Cultura deportiva

Estoy seguro de que tú, primo, eres de los que, como yo, no estará de acuerdo con ese prejuicio populista según el cual las cosas del pueblo son sólo del pueblo y, por tanto, sólo están bien hechas cuando las hace el pueblo como le sale de los cojones. Entre otros motivos, porque este prejuicio, viniendo de abajo, es tan clasista como los que tradicionalmente han venido de arriba. Si a alguna clase social le conviene acabar con el desequilibrio entre clases es al pueblo, que es el que suele salir perdiendo. Podría estar hablando de Carnaval, por ejemplo, pero sigo hablando de fútbol. O mejor dicho, de los que dicen que entienden de fútbol y luego no saben leer ni un puñetero artículo de un periódico deportivo. O lo leen y no se enteran. O se enteran pero no se quieren enterar, que es igual pero no es lo mismo, sino peor.
Me refiero ahora en concreto a los que "entendieron" mi artículo sobre los ultras como un atentado contra el cantonalismo decimonónico reencarnado en las gradas de Fondo Sur, dándose por aludidos sin serlo, como David de María cuando escuchó el pasodoble de Los Millonarios. Hay que ser muy presuntuoso o, en todo caso, padecer un preocupante complejo de inferioridad cuando uno se reconoce como el sujeto de un predicado crítico que no va para él. Y encima hace el ridículo en su cuenta de Twitter como si fuera la suya de Facebook. O, dándome la razón, resulte que el sujeto en cuestión quiera ser más importante que el gol y más que un artículo que no lo menciona ni de pasada (o sí, ya algunos me ponen en duda). El derecho a la opinión, vale. Que la opinión valga es otra cosa. Cuando no se sabe -o no se quiere- entender lo que se lee, el valor de la opinión no supera al inglés de Ana Botella. El fútbol, como el Carnaval, no es patrimonio exclusivo de ninguna clase social. Y más vale que no lo sea, no vaya a ser que a cambio nos restrinjan también el sufragio. 
El fútbol es patrimonio universal y, por tanto, no debe ser tratado a patadas aunque se juegue con los pies. Hablar de fútbol no da derecho a argumentar con eructos. Es sagrado y, como todo lo sacro, no pertenece al reino de la naturaleza, sino de la cultura. Agradece el refinamiento en cualquiera de sus formas, el pase al hueco, el artículo, el cántico en las gradas o los 140 caracteres. Y se empobrece con lo contrario. En los tiempos que corren los que no saben leer coinciden con los que no quieren. Por tanto, no es aconsejable que lean, porque no se van a enterar. Pero que no lean nada, ni el Discurso del Método ni el Desmarque. Que lo único que distingue al primero del segundo es que a aquél los brutos no se acercan, y a éste sí. Como si el fútbol fuera menos importante que la Teoría del Conocimiento. Hasta ahí podríamos llegar. Primo, ¿a que tú sí te has enterado?
@CAPITANVENEN0