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El retrocés

Juan Carlos Aragón

El mayor daño a España no se lo hacen los independentistas queriéndose ir, sino los salvadores de la unidad obligándoles a que se queden. En un país en el que el amor patrio no brilla por su presencia, tener que soportar dentro del territorio a gente que quiere largarse y no la dejan, es sólo el medio ideal para conseguir que, los que de momento nos quedamos, nos quedemos con menos ganas. Todos hablan de la unidad nacional, de la Constitución y de su prepucio ético, pero ningún tontopollas de estos habla de la dignidad nacional, que es incompatible con el mantenimiento forzoso en la nación de los que no quieren pertenecer a ella. Es cierto que el independentismo procede cuando un pueblo es oprimido y explotado por otro. Mas no es éste el caso, precisamente. También es cierto que no parece tanto una maniobra del pueblo como de la corte del rey Arturo, el de los huevos duros. El pueblo puede pasarse por el cayetano el Estado de Derecho porque es un sujeto paciente y, por tanto, el único moralmente legitimado para ejercer el derecho a la desobediencia. Pero el pollo que ha jurado la Constitución, y que cobra por hacerla cumplir, no puede mearse en ella, porque así se está meando en sí mismo y en nosotros. Por definición, pierde automáticamente toda la autoridad para convertirse en un payaso y en un delincuente. Pero, al fin y al cabo, eso es lo que hacen los del procés y los del retrocés, en catalán, en español y en euskera.

 
Siempre he lamentado no haber tenido a un mandatario coherente con los principios de la democracia, que haya hecho un referéndum allí donde el pueblo lo haya pedido. Si sale que sí, os vais y nos olvidáis. Y si sale que no, os quedáis y dejáis de dar por culo. Los españoles de mi generación llevamos toda la vida sentándonos a comer con el problema vasco y el catalán en la mesa, un telediario sí y otro también. A nosotros carcomiéndonos el paro y la miseria, y encima teniendo que aguantar a los más ricos del país pidiendo una fronterita y una república para ellos porque -entre otras cosas y siempre según ellos-, son distintos y superiores. Y los demás a pelarla.
No obstante, a mí no me preocupan los que se quieren ir, sino los pringaos que nos quedamos, sobre todo porque oigo a mucho español que parece que argumenta con una aplicación que se ha descargado de la App Iberican Mobile. Resulta que a los jordies no los queremos porque no se sienten españoles, pero tampoco los dejamos que se auto determinen tranquilos porque Cataluña es de España. Que se vayan al carajo pero que sin que se vayan. A ellos se lo ponemos difícil, pero nosotros nos lo ponemos imposible. Quien pretenda romper la unidad nacional no es digno de ser de España aunque sea español, pero no puede dejar de ser español indigno para ser catalán digno porque los únicos catalanes dignos son los que, antes que catalanes, son españoles. De esta ecuación resulta que los independentistas son indignos como españoles y como catalanes.
Esto no tiene arreglo hasta que una de las dos naciones resuelva el principio de no-contradicción inherente a los nacionalismos artificiales, que en este caso son LOS DOS. Aparte, Cataluña, la que se auto proclamó vanguardia hispana, con su arrogante y prepotente complejo de superioridad, resulta ser la que ahora nos está obligando a regresar a una época que parecía haber sido superada hace siglos -como si no tuviéramos ya bastante con las grasas saturadas del argumentario nacional-. El corte de la corte de Arturo a su rey no ha sido suficiente de momento. Al Constitucional no lo veo capaz. Aquí abajo, los de Salvochea seguimos atentos al Retrocés. Nosotros podríamos ser los próximos. Así que vamos a ir ya susurrando bajito: “Cádiz, Cantón Independiente, Mágico González Presidente”. ¿Imaginas, primo, tamaña pollada para terminar un pasodoble? Pues la de Más no ha sido menos.
JUAN CARLOS ARAGÓN

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  1. Pepón

    Genial, Juan Carlos. A veces metes la pata, otras te pasas con la lengua (o con el teclado), pero en esta ocasión creo que lo has clavado. ¡¡Gracias!!

  2. David

    Yo también estoy en desacuerdo con muchas opinones del Señor Aragón, pero esto no va de estar de acuerdo o no, que para leer lo que uno quiere leer se compra un diario de su color político y punto. Me gusta la gente valiente, diferente, que se atreve a decir cosas que en ocasiones levantan ampollas. Sin ser un admirador suyo, reconozco que me entretiene el señor Aragón, por eso defiendo esta columna, la cual, por cierto, nadie está obligado a leer.

  3. Invitado

    Últimamente para mi disgusto he leído algún articulo del Señor Aragon, respetando su opinión y sus "formas", me parece una barbaridad que se le permita insultar repetidamente a todo el que no piense como el. Este no es el tipo de medio de comunicación con el que me sienta cómodo por lo tanto voy a dejar de entrar en "el desmarque" ya que una cosa es la libertad de expresión y otra los insultos reiterados de un provocador, por cierto, veo que no soy el único al que no le agrada esta "linea editorial" en una supuesta web deportiva..