Ya sé que ese no es el título de la novela que está a punto de publicarse, primo, pero ha sido el capítulo 25, el capítulo no escrito de El pasodoble Interminable, la errata interminable. O terminable, pero solo si explico antes la rocambolesca historia de esta errata con cara de Bruja Piti.
Me recuerda con insistencia mi amigo y pulcro corrector Arcángel que “no hay novela sin errata”, y que cuanto mayor sea el trabajo de corrección y más encima se esté más te sorprende el lugar y la forma en la que aparece. En esta ocasión lo hizo en el interior de la solapa, tan escondida que ninguno de los cocodrilos del equipo de gazapos fuimos capaces de identificarla, por más vueltas que le dimos a los principios y a los finales de la brillante edición.
Resulta que mi editor y ya amigo David González, me solicita una breve semblanza de mi trayectoria profesional para incluirla en la solapa a modo de currículum resumido, esa protocolaria ficha técnica que se sigue sirviendo —o no, según el caso—para que el lector pueda tener a la vista el historial delictivo del escritor. A este respecto le cuanto que “nací en Cádiz en 1967”, que “doy clases de Filosofía”, que he sido autor de forma completa o compartida “de más de cuarenta comparsas y chirigotas” —de entre las cuales cuento “con varios primeros premios”—, que colaboro como articulista en ElDesmarque, tal como lo hice en su día para otros medios de la ciudad, y que, en el terreno literario, ya he “publicado dos libros de ensayo, El Carnaval sin apellidos (2009) y El Carnaval sin Nombre (2012); y dos poemarios, La Risa que me Escondes (2010) y Los últimos versos del Capitán Veneno (2015)”. El pasodoble interminable es, pues, “mi primera novela”.
Acto seguido, mi editor tiene a bien que detalle —al igual que con los títulos de mis libros— una lista, si no de todas las agrupaciones publicadas (por supuesto no cabrían en la solapa), al menos de aquellas que hayan sido más celebradas por los aficionados, independientemente del premio que obtuvieron en el Concurso, ya que en esta ocasión el dato no es relevante. Yo cito con satisfacción a Los Tintos de Verano (1995), Kadi City (1997), Los Yesterday (1999), Los Condenaos (2001), Los Ángeles Caídos (2002), Los Inmortales (2004), Araka la Kana (2007), Las Noches de Bohemia (2010), La Serenissima (2012), Los Millonarios (2015) y… Los Peregrinos (2017), cuya creación protagonizaba además la novela en cuestión. La lista —me dice el editor— es muy larga:
—Lo del Antifaz de Oro no es aquí, oiga.
Opto finalmente por reducir la lista a la mitad y quedarme con las más populares. Hasta ahí todo correcto. Lo novelesco viene a continuación. Tras revisar el interior de la solapa y no hallar nada anormal, damos el visto bueno. Y a última hora, la coma (,) que seguía a “con varios primeros premios” es transformada con erróneo criterio en dos puntos (:) que así ya sí identificaban los títulos con los primeros premios, y de un modo que chirriaba, además. El editor no es Juanelo, pero tampoco es tan profano en la materia como para desconocer que La Serenissima no ganó y que Los Peregrinos andaban aún en pleno Concurso. En el último instante, había aparecido la errata, la cabrona. Cientos de libros habían salido ya de sus cajas para tomar asiento en las estanterías. No había marcha atrás. Es cierto que en una novela en la que ficción maquilla la realidad cuando le conviene, es el único lugar donde La Serenissima podía ganar el primer premio, y el único donde Los Peregrinos podían serlo antes de que el jurado se lo diera a otra. Pero, claro, eso valdría en el capítulo 24, no en la solapa. Sólo decir en mi descargo que jamás me atribuí título que no me correspondiese, y menos aún por anticipado. De hecho, sin intención de adelantar el desenlace, el argumento definitivo a favor de la inocencia de la errata lo confirmará el propio lector, quien observará cómo al final de la novela… Bueno, ya tú la lees y me dices.
Eso sí, querido lector, la editorial ha subsanado la errata. Así que —junto a la novela— exige un separador de páginas con mi biografía corregida; pero claro, más lejos ya del Antifaz de Oro…
JUAN CARLOS ARAGÓN