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Que levante la mano la guitarra

Juan Carlos Aragón

En estos tiempos de falsa primavera solo creo en la guitarra. No aparece ningún dios por cielo o rincón a mi alcance. Los corazones de la gente se están endureciendo hasta el extremo de las piedras. Será la falta de espíritu, esa sutil membrana que lo mantiene humanamente húmedo y adolescente. Será la importancia capital del capital, con lo rápido y bien que arde el papel moneda. Será el cambio de siglo entre los parietales de los ustedes nuestros y la romántica nostalgia de los nosotros aquellos. Será que los libros para inteligentes ya no se traducen a lenguas vulgares y las lenguas muertas no resucitan la inteligencia de los lectores de libros para-lelos. Será que los políticos celebran que, definitivamente, la gente ya prefiere la felicidad a la sabiduría y la alegría a la conciencia de lo real, y que opta sin complejos por la estupidez y la evasión. Será que ya la esperanza media de vida es más alta que la media de vida con esperanza, que la mortalidad infantil ha descendido al mismo nivel de su vitalidad, que las pensiones son más codiciadas que los salarios, síntoma inequívoco de que cerca de la muerte la dignidad está más alta que en el centro de la vida.

En estos tiempos solo creo en la guitarra y en la mano que la acaricia. El amor ha cambiado su fórmula original a favor de los pobres porque los pobres prefieren el dinero con los ojos cerrados, aunque sea a costa de la mentira con los ojos abiertos, en tanto que los ricos son ahora los que practican deportes de alma, como la música de cámara y la meditación entre rejas, con los que valoran la libertad más que los pobres, que nunca han sabido qué hacer con ella. Será que un exceso de ecologismo nos está haciendo pensar como animales, vivir como vegetales y procrear como minerales. ¿Quién va a levantar la mano si no la guitarra? La única que habla y se le entiende, la que nunca miente, en ninguna lengua, a ningún oído, la que suena para servir a las palabras perfectas y a las voces valientes. O al menos eso me dijeron en La Habana. Eso quise entenderle a Silvio en un documental que lleva el título del artículo y el póster de mi pared. Demasiado vacío para una comparsa, pero demasiado lleno para un salón. Mucho para una vida y quizá poco para una tarde de abril… y menos aún para una noche de Falla.

Por eso, no es casualidad que a estas alturas de cualquier aguasmil tuviese ya el nombre de la comparsa, rumiada la idea, compuestas las arterias musicales y maquetadas un buen número de letras de medida (tan de medida que solo medían mis ganas, que no era poco)… y este abril no tenga ni las ganas. Tampoco le estoy dando muchas vueltas, lo confieso, porque sé que esto no va de muchas vueltas. Por eso nunca se las he dado; cuando es natural, todo sale solo como en una catarata, como en un alud, como en un volcán, por degeneración cultural, por generación espontánea. Y sin darte cuenta, ya tiene varios meses de gestación. Es cierto que el clima, del que dependo más que de la propia guitarra, no me ha dado para ningún tipo de emoción importante; antes para todo lo contrario. Mi vulnerable sensibilidad atmosférica respira más hidrógeno que oxígeno, y así es imposible sentarse y mirar hacia arriba.

Tampoco el otro clima, el social, de para mucho. La normalización del conformismo de la gente ante el vandalismo político ya empieza a dejar sin sentido la misma posibilidad de cualquier cosa que escribas o cantes. Solo con poemas no puede hacerse un repertorio, porque la gente luego demanda letras “cañeras”. La gente… (como si la gente pusiera contigo las otras piedras de la revolución), esa cuya mayoría está saturando precisamente la línea 2 del presente párrafo. Lo peor que le puede pasar a un trovador es vivir en una sociedad conservadora que no tiene nada que merezca la pena conservar. Y esa es mi pena. Y, oye, que empieza a cansarse uno de tirar piedras para que reboten. Al menos los poemas se clavan con ternura allí donde ternura queda. Con eso no se gana un concurso como éste, quizá, pero se pinta de verde un instante de una vida. Y llegado un momento así te planteas si merece más la pena ir a concursos tales que colorear colecciones selectas de espíritus libres.

Que levante la mano la guitarra podría ser la idea que no aparece, la comparsa que no llega, porque ya no va en coche ni de tiendas, ni camina con todo el mundo, porque todo el mundo ya no camina como para que una guitarra le acompañe. Quizá habría que inventar un nuevo carnaval donde la guitarra pudiera levantar la mano… donde fuera escuchada mirándola a los ojos, en silencio, más allá de premios, televisiones, redes, contratos, fotos y disfraces de yo que sé.

Que levante la mano la guitarra podría ser la idea, la comparsa. Aunque si todo sigue igual, de momento lo será solo para mí.

JUAN CARLOS ARAGÓN

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  1. Invitado

    ...Y cuando piensas que este año no va a poder ser que no te sale nada que no está hecho ni el cuplé y el universo se alinea y empieza a despertar la mística de esta ciudad y la chispa se presenta en forma de rima y compás de cante, melodía y letra y así el milagro comienza...

  2. Invitado

    Vamos juan Carlos que aquí estamos todos esperando.tu puedes dejar con la boca abierta a más de uno.animo,por cierto me encantan los parias