La Cifuentes de la Cibeles se ha convertido en otro cachondeo nacional. Como carnavalero gaditano, se supone que también estoy artísticamente obligado a hacer chistes sobre el asunto. Pero esto no me hace ninguna gracia. El enésimo capítulo del vandalismo político va mucho más allá de la falsedad documental y la repetida estafa a la ciudadanía: el fantasma de la corrupción que se cernía sobre la universidad ha batido alas. La clase política hace décadas que había iniciado la carrera en el descrédito social con máster en corrupción. Pero ya se ha terminado de desenmascarar a una de las mayores mafias de este país: la endogamia universitaria; me refiero a la rectora, por supuesto, en traumático desnivel con la paciente, la honorable clase estudiantil, a la que muchos preparamos generación tras generación bajo las máximas del esfuerzo diario y la esperanza en un porvenir luminoso.
Era un secreto a voces que, por día más, los políticos de mierda de este país (o los políticos de este país de mierda, como te guste más) inflaban sus currículums académicos con titulaciones que jamás alcanzaron. No sé si querían deslumbrar al personal con mentiras desde su propia ficha técnica o asegurarse una cómoda jubilación en la docencia (indocencia o indecencia). Personalmente, he conocido el caso de ver sustituido en un instituto de secundaria a un profesor interino de filosofía por otro que ostentó un cargo socialista y que, siendo de Cádiz, y habiendo tribunal de oposición de la citada especialidad en el Instituto Columela, aprobó las oposiciones en uno de Córdoba, sacando su plaza con menos nota que el tonto del interino, que aprobó sin plaza y se quedó en la calle. ¿Raro? No. Sistemático: los que menos experiencia docente acreditan y los que menos estudian (dada su vocacional dedicación exclusiva a la profesión política) no tienen “oposición” para llegar alto y lejos en la función —disfunción— pública. Aunque no es de mi agrado, no son pocas las veces que lamento tener que decirle a mis alumnos que, si quieren llegar en vuelo chárter, se dejen de grados y másteres y se afilien directamente a algún partido, que es una vía más rápida y segura para garantizarse titulaciones.
A mí, no sé a ti, como universitario y docente, lo que más me ha revuelto las tripas no ha sido en esta ocasión la clase política, sino la connivencia cómplice y delictiva de las altas esferas universitarias. Si las investigaciones judiciales, periodísticas o particulares prosiguen, se va a levantar otro sistema de corrupción transversal de nuestra sociedad: la Universidad, con mayúsculas, la misma que no para de mandar a sus comerciales a los institutos de secundaria para intentar persuadir a potenciales clientes a que sigan inflando su burbuja, a cambio de promesas de futuro y presentes de desengaño. En este país no hacen falta tantos graduados universitarios como esclavos para Amazon y similares. Y para convertirse en esclavo de temporada no merece la pena perder la juventud y el dinero de los padres, que son quienes mayormente costean en este país (que no en los de nuestro entorno) el sueño frustrado de sus hijos.
Mientras, ahí siguen vacilándonos con sus fichas técnicas esos sinvergüenzas, de los cuales, solo uno ha tenido la decencia mínima de dimitir —de momento—; y no es del PPSOE, sino de Podemos. La alta mafia universitaria sólo se ha limitado a cesar al director del máster de la madrileña y abrirle expediente a la funcionaria que le cambió la nota, pero el resto de las pescadillas gordas continuarán en sus poltronas. Y ahora, encima, la muy desagradecida renuncia al máster (con el trabajito que le costó defenderlo).
En un documental de La Sexta al respecto, oí decir a otro sinvergüenza que no es lo mismo la “trampilla” de atribuirse licenciaturas falsas que expedir titulaciones y másteres que no se han cursado. Cierto que no es lo mismo. Es peor porque, por lo visto, la “trampilla” no es constitutiva de delito, aunque la indecencia política anegue los escaños y las actas de nuestras indecorosas instituciones. Me cago en su p... Y aquí, los que tenemos los codos desollados de estudiar y pretendemos invitar a nuestros hijos y/o alumnos a hacer lo mismo, nos quedamos con el culo al aire y las patas colgando ante la irreverencia social de la mafiosa alianza Universidad-Estado.
Es evidente que la prensa ha sido la que ha tenido que destapar el caso, pues en la clase política no había quien se atreviera a jalar de la manta, negligencia lógica cuando la manta cubre el sistema casi al completo.
Si no doy aprobado general a mi alumnado en señal de protesta es solo por no imitar las mafiosas conductas de la corrupta cima de la pirámide —y por no regalarle clientes a la burbuja universitaria para que, tras el cobro de las abusivas tasas, los manden directamente al cubo de la basura—.
Recuerdo cuando nuestros padres nos decían aquello de “hijo, estudia, que serás alguien el día de mañana”. Me gustaría saber si a Cristina su madre le decía lo mismo…
JUAN CARLOS ARAGÓN
No podemos saber con certeza si Cristina desoyó a su madre pero sí podemos decir que, si la madre de Cristina lo dijo, no volvió a repetírlo: Poco empeño puso la madre en esta causa. Felicidades por el árticulo.