Ensima de la sisterna

La Ley de Prevención del Tabaquismo, aunque sea incoherente con los chiringuitos de Estado para recaudar impuestos indirectos (estancos y máquinas expendedoras) debe cumplirse para evitar episodios como este que narro a continuación. No obstante, confieso que lo provoqué. En el Falla uso el vapeador para evitar subidas de tensión. Mas en cuartos de final ya supe de la presencia de secretos comandos del COAC GADES POLICE pues, antes de bajar a escena, un compañero cuyo nombre omito por discreción, fue avisado con una contraseña por uno de los Agentes de la Virtud en el mismo cuarto de baño en el que yo vapeaba.

Me puse cachondo. Lo reconozco. Quise paladear el subidón de adrenalina que podría suponerme que un agente de la Brigada de la Virtud me sorprendiera coqueteando con el viejo vicio de fumar antes de bajar al escenario. Y entendí que una semifinal del Folla era el marco ideal para comprobarlo. Así que ese día sí me llevé un Mini Moods para rodar la escena. Con peluca y gafas oscuras estaba seguro de que todo resultaría más real. No soy Richard Gere pero tengo mis diítas.

Cuando nos avisaron para bajar a escena, me quedé saboreando el amargo placer de la soledad del autor; viejo ritual. Encendí el Mini Moods con medio cuerpo volcado hacia la calle por la ventana del cuarto de baño con más secretos de mi historia, mientras dirigía con malicia el humo hacia la iglesia Castrense. En medio de la primera hora de la madrugada, una pareja de agentes secretos de la Brigada de la Virtud se me acercó sigilosamente por mi lateral más vulnerable, el derecho. Y mientras uno susurraba “preparaos pa la matansaaaa”, el otro sacó su placa y me la enseñó con la misma rapidez con que la guardó. Creí leer “Colombo”, pero no puedo asegurarlo. Fue solo un instante y había poca luz.

—¿Usted sabe que aquí está prohibido fumar?

—Claro. Trabajo en un centro público. Por eso estoy echando el monóxido de carbono en dirección a la Castrense, que le tengo un poquito de coraje. Ahí celebran las misas del 20-N.

—Tengo que denunciarle. ¿Me da su dni?

—No busque un conflisto donde no lo hay —le advertí con leve aire chelevariano sin tirar aún el Mini Moods.

—Usted sabe que la ley…

—Usted sabe que la ley hay que saber interpretarla… —le dije ayudándole a completar la frase desde una ética resocializadora.

Me comí un carajo. Fotografió mi dni y salió pitando.

Recordando el pasodoble que había cantado Er Chele la noche anterior, se me ocurrió redondear la faena:

—¡Ensima de la sisterna, Colombo!

Sé que me oyó, pero no cayó en mi malévola trampa. Colombo se difuminó de súbito, mientras el “praparaos pa la matansaaaa” del compi seguía sonando escalera abajo.

Cuando acabó el morbo, tiré el Mini Moods y seguí con el vape. “Ya pa qué…”.

Aprovechando mi amistad con un Alto Comisionado para la Restauración del Visio Gaditano, lo llamé y le expliqué lo ocurrido:

—Colombo me ha visitado en el cuarto de baño del Falla…

—¿Ensima de la sisterna?

—Qué va. Ensima de la ventana…

—Tú a lo tuyo, Guancarlo; yo me encargo.
Recuerdo cuando estrenamos Los Ladrones en el “Riberas del Guadaira”. El hecho más comentado entre nosotros fue la diferencia de trato entre la organización del teatro alcalaíno y la del Falla de los cojones. En aquel te sentías un artista (al fin y al cabo, le habías llenado cuatro funciones seguidas). En este, por más funciones que llenes y más pasta que generes, te sientes más próximo a un bulto que estorba, a un cero a la izquierda… o a un delincuente.

Adonde llega la civilización, la labor policial reserva la sanción para el flagrante delito y conserva la advertencia para la infracción mínima y explicable en contexto. No sé si la presencia de aquellos Agentes de la Virtud hubiera sido más eficaz en las inmediaciones de determinados palcos que en unos camerinos donde a unos humildes comparsistas se los comen los demonios. ¿Esos Agentes bajan también a los vestuarios del Carranza antes de que los jugadores salten al campo? Lo dudo. Los futbolistas no suelen fumar. Pero en los camerinos del Falla hasta cierto punto lo entiendo: un cigarro es un cigarro, amigo, es como un misil norcoreano pero en chiquitito.

Realmente, no sé si quería sentir de cerca un motivo para no volver a pisar el Concurso o si quería que ustedes supiesen de mi propia tinta el tono surrealista que cobra el Pentágono de este Concurso en el otro lado de la cama.

El otro día me llegó la multa. Supe que era de 18 millones de leuros pero que, en el último instante, intervino mi colega el del Alto Comisionado para la Restauración del Visio Gaditano, borrando del ordenador central del COAC GADES POLICE todos los ceros del importe de la multa, hasta dejarlo en 18 leuros. A secas.

¡Qué tiempos aquellos en los que mandaba la Teo y hacíamos en los camerinos lo que nos daba la gana…! Eso sí que era un Concurso de Cadi…

JUAN CARLOS ARAGÓN