He estado de vacaciones unos días en mi querida Villanueva (provincia de Valladolid), buscaba aislarme del hastío, la rabia y la impotencia que me han producido los ataques terroristas de Bruselas, el adiós del mítico Cruyff y, por supuesto, olvidar por unos días la lamentable trayectoria deportiva del Valencia. Y, aunque ésto último ha sido imposible, porque el parroquiano de turno que no me preguntaba lo qué le pasaba al Valencia, me daba el pésame deportivo diciéndome que este año el “Valencia no va a librar el pellejo”.
Estoy seguro también que lo que ellos (Peter Lim, Layhoon Chan y compañía) ven sobre el campo les produce rechazo, hastío y repulsión deportiva, como a ti, como a mi. Pero vencer (en el proceso de compra) no es convencer.
El caso es que me ha costado ponerme delante del ordenador para mostrar de nuevo mi preocupación por este Valencia que a tantos nos desvela. Recluido en Castilla la Vieja, me vino a la cabeza un personaje, vasco de nacimiento pero castellano de adopción, del que siempre he admirado su rebeldía, y su fuerte personalidad: don Miguel de Unamuno.
El bilbaíno de cuna, pero salmantino de profesión (fue rector de la Universidad hasta en tres ocasiones), pasó a la historia por innumerables afirmaciones como aquella de que "el fascismo se cura leyendo y el racismo viajando", o, mi preferida, “Me duele España”. Con ésta sentencia tan lacónica como aplastante, sintetizaba Unamuno el hastío (mal rollo, para los modernos) que envolvía el país en el primer tercio del siglo XX y bien me sirve para explicar lo que me produce pensar en el equipo que nos ocupa y en lo que se ha convertido este Valencia.
Me encantaría saber si Peter Lim conoce a Miguel de Unamuno. Quiero creer que si se lo dijeran sus queridos Layhoon y Kim Koh se pondría las pilas y aprendería vida, obra y milagros del escritor y filósofo español.
Si me preguntara a mi, le diría que la mejor lección de vida que dejó don Miguel fue aquel “venceréis pero no convenceréis”, pronunciado en la apertura del curso académico de la Universidad de Salamanca en el 36.
Fue, sin duda, un discurso valiente en la España del comienzo de la guerra, en el que se retractaba de haber apoyado a los sublevados, más por sus métodos salvajes que por su ideas –muchas de las cuales compartía pues les apoyó cuando iniciaron la contienda-. Pronunciarlo delante de lo más granado de los golpistas (Millán Astray o Carmen Polo, entre otros) le costó el arresto domiciliario hasta su muerte meses después.
Seguro que Peter Lim, Layhoon, Kim y la gente que sustenta el club entenderían el mensaje si lo leyeran. Seguro que saben que muchos que aprobamos su llegada porque era el menor de los males, una solución necesaria para un club que estaba amenazado de desaparecer sin la refinanciación de Bankia, no nos conformamos con eso. Su desembolso económico ha sido el oxígeno que este club necesitaba para seguir respirando, pero ahora hay que saber gestionarlo deportivamente.
Estoy seguro también que lo que ellos ven sobre el campo les produce rechazo, hastío y repulsión deportiva, como a ti, como a mi. Pero vencer (en el proceso de compra) no es convencer. Ha llegado el momento de demostrar con hechos –deportivos- que su apuesta por la regeneración del Valencia no está basada en barbaries como dejar el club en manos de sus amigos –Jorge Mendes y Gary Neville- sólo por el hecho de que lo sean, ni malgastar en fichajes no contrastados. Es la hora de demostrar que además de vencer en el proceso de compra, pueden convencer a todos los aficionados con su gestión deportiva. Capaces les veo. Persuadidnos pues que vuestra apuesta por el Valencia es, además de económica –gracias– deportiva y sentimental. Feliz semana.
David Torres
Delegado de ElDesmarque Valencia