Esta no es una Feliz Navidad para el Valencia. Lo siento así. No puedo mentirles. En realidad nunca lo hago, pero estoy tocado anímicamente. Siempre procuro ser positivo, pero veo pocas cosas que me animen últimamente en el Valencia. Como equipo es un desastre de dimensiones siderales y como club percibo que cada vez nos deja de pertenecernos a todos un poco más. Cada vez me siento más desafecto a la entidad; más lejano; como más al margen de lo que sucede. En casi ningún caso veo mala intención en la entidad; ni en la presidenta; ni en la mayoría de ejecutivos del club; pero sí veo que la incapacidad y el desconocimiento de lo que es un club de fútbol se ha adueñado de muchas de las dependencias del propio equipo. De Peter Lim no hablo porque no sé ni en qué planeta se mueve.
Es heavy, duro y triste pero me siento así. Llevo semanas, quizás meses rumiándolo. Como todos los aficionados; como muchos periodistas; pero a mi me ha costado abrir los ojos. Me ha dolido, he querido luchar contra la realidad, pero lo cierto es que cuando Mestalla se vacía; cuando el equipo no funciona; cuando la dirección deportiva se preocupa más de guerras internas y su imagen pública que de arreglar el desaguisado de plantilla que tiene y la presidencia y sus asesores -Kim Koh sobre todo- no aciertan a dar con la tecla; es que algo gordo va a pasar. Algo incluso mayor que una mala racha de resultados que pueden provocar el descenso. Dejo fuera a Anil Murthy porque creo que es demasiado pronto para exigirle que domine el espacio mediático de la ciudad y la cultura futbolística de Valencia. Quizá el fallo haya sido dejar tan pronto todo en sus manos. Él, en todo caso, no tiene la culpa de eso.
Ando por la ciudad, voy a Paterna, trabajo en Mestalla y me encuentro pocos que de verdad tengan fuerzas para defender al Valencia, para convencerme de que el equipo va a salir del pozo y que Meriton Holdings va a encontrar las personas y el método de recuperar ese Valencia del cambio de siglo que, ganara o perdiera -aunque casi siempre triunfaba- nos hacía vibrar, nos emocionaba, nos llegaba dentro. Yo tenía amigos que no cenaban si el Valencia perdía. Ahora, como comprenderán, han perdido esa costumbre porque sino estarían en el otro barrio.
Comentaba mi primo Claudio el otro día en un grupo de whatsapp que el Valencia tenía una afición que no merecía y probablemente tenga razón. Cada día es más difícil entender por qué animamos a una entidad que está a la deriva, a la que cada vez quieren menos y que los que la queremos y respetamos no tenemos fuerzas para seguir defendiéndola contra viento y marea. Llegados estos momentos de desesperación, la única solución es ver cada uno qué granito de arena podemos aportar para que el edificio no se derrumbe. El mío creo, aunque admito sugerencias, es criticar y aprovechar esta columna que escribo cada domingo por la noche en ElDesmarque para denunciar que no me gusta lo que veo, que me da pena observar lo que está sucediendo con el Valencia y que, cuando pedimos gente de aquí, gente que ponga en su labor sentimiento además de su capacidad profesional es porque este club lo necesita.
Escuchar a Jaume decir que le pone los pelos de punta llevar el brazalete de capitán o ver como Carlos Soler tiene el desparpajo y la energía para cargarse el equipo a sus espaldas cuando peor estaba la cosa ante el Leganés, me hace mantener un hilo de esperanza. Es poco a lo que cogerse y más si miras al otro lado de la balanza. Pero algo es algo, como lo es la inmejorable carta de presentación de Soler en Mestalla o que la presidenta pida perdón por el año 2016 y prometa traer soluciones en 2017.
Quiero creerla y quiero decirte amigo lector que tengamos confianza en que van a sacar al club del sumidero en el que está. Quiero pensar que el Valencia es un transatlántico a la deriva en medio de una tormenta y que, aunque zozobre, no se va a ahogar, pero si te soy sincero me cuesta mucho. Ahora mismo, más bien, me siento como el apóstol Santo Tomás que pidió y metió el dedo en las llagas de Jesús para creer que había resucitado. Pues eso. Él lo hizo y se convirtió. Yo quiero hechos, no palabras. Feliz Navidad a todos y un mejor año 2017. En el caso del Valencia, es difícil que sea peor.
David Torres
Delegado ElDesmarque Valencia