No es que me diera igual el resultado ante Osasuna, pero es que el mal, el motivo del cabreo se lleva generando semanas y este sábado alcanzó un nuevo pico que, por desgracia, temo que no sea el último. Conozco un poco al entrenador del Valencia CF y da toda la sensación de que Baraja en el tema de los fichajes no sólo está harto, sino que va con el freno de mano echado a la espera del día 1 de septiembre. No hace falta más que ver su última rueda de prensa sin voz para observar como el lenguaje no verbal habla por él. Hastío, preocupación, hartazgo y cierta desesperación se atisban en su rostro y en su gesto.
Que a estas alturas del mercado tenga la plantilla que tiene es una auténtica canallada que no se merece un técnico que lo da todo por el Valencia. Acabaron Toni Lato y Herrerín, volaron los cedidos Nico, Samuel Lino, Kluivert, Ilaix Moriba, el club vendió a Yunus Musah y Racic, sacó a Koba, Cömert, Cavani, Jorge Sáenz y Marcos André (falta darle oficialidad) y hará lo propio con Samu Castillejo, después de que fuera Baraja quien se descarara con todos ellos. En total, 14 bajas y sólo dos altas: Pepelu y Canós. He visto mercados con Peter Lim deficitarios para los intereses deportivos del Valencia (quizá no para el plan económico del accionista), pero lo de este año supera casi todo, incluso al de la limpia de los Parejo, Kondogbia, Coquelin y compañía en 2020. El desequilibrio es sonrojante, peligroso y temerario y más cuando el equipo, ese equipo con una decena de jugadores más, evitó el descenso a Segunda en la última jornada.
A este paso se van a cargar a Baraja, o mejor dicho, Baraja va a terminar dando un puñetazo en la mesa que se va a escuchar aquí y en Singapur, será de esos de los que dolerán a los que queremos al Valencia si no se arregla el mercado con un par de llegadas más que, a un servidor, todavía le parecerían insuficientes. Rafa Mir y Amallah son el mínimo imprescindible, pero no basta. La temporada es larga, hay lesiones, picos de forma y muchos rivales que doblegar y la plantilla del Valencia es demasiado joven y está cogida con pinzas a pesar del buen inicio.
Y la culpa de este desaguisado, el principal responsable, es Peter Lim que se ha encargado año tras año de empequeñecer un club y de limitar sus posibilidades económicas hasta convertirlo en un equipo de presupuesto modesto y una plantilla escuálida, alejada de su nivel histórico y mundial. Eso es lo que le duele al valencianismo y también a Baraja, eso y que no le den las armas que necesita y que le prometieron para llevar al club de sus amores hasta el lugar donde merece. El vallisoletano se viste por los pies, pero saber dónde se metía no justifica que no esté cabreado o que no esté dispuesto a decirlo cuando proceda. Baraja es un señor pero se le nota al límite. Peligro.
No puedo acabar la semana sin comentar el/los gestos de Rubiales. Deleznables e impropios de un representante público, de una persona, de un padre, de un esposo, de un hijo de alguien que debería amar al fútbol en todas sus vertientes y categorías. Merecen todo mi rechazo, por supuesto, y también un escarmiento que ayude a limpiar el buen nombre del fútbol español y de nuestras futbolistas, empezando por el beso en la boca a Jenni Hermoso, víctima, que encima tuvo que leer un comunicado acusándola, y que jamás habría tenido que salir a defenderse o comunicar nada. Es intolerable. Los gestos hablan ya por sí solos y, como escribió San Mateo, por sus frutos (por sus hechos) los conoceréis y aquí ya nos conocemos todos. A Rubiales, pero también a Lim Feliz semana
David Torres
Delegado de ElDesmarque en Valencia