Cuarentena sin fútbol, Día 38: No puedo insultar, no puedo insultar
Al final no voy a hablar de la playa. No cumplo mi palabra, hoy, pero lo dejaré para mañana. Si es que no salta otra bomba informativa. Porque este martes, día 38 del confinamiento por el maldito coronavirus, ha saltado una bomba informativa. Otra. Para reír, para llorar, para recordar a mucha gente y para... Bueno, insultar no. No puedo insultar, no puedo insultar.
Pues resulta que llegó la medida para que los niños menores de 14 años pueda salir de casa. ¡Ayyyyyyyyyyy! Madre mía de mi corazón qué mentes pensantes han llegado a tan escandalosa solución. Yo no tengo intención de llegar a ser un alto mando del país, tener un cargo pagado por todos los españoles, ni cobrar dietas y kilometrajes aunque me quede en casa. Ni mucho menos. Pero me doy cuenta de que cualquiera puede llegar a tener un poder. Y ahí sólo ganan unos pocos, pero perdemos todos.
Sigo. Lola, Gabriel y Candela son los nombres de mis tres hijos. Pues resulta que ahora van a poder disfrutar leyendo los ingredientes de la leche desnatada o semidesnatada, pasar un poco de frío en la zona de congelados, ver si las lechugas tienen algún bichito por sus hojas y hasta hacer una torre con monedas a la hora de pagar en la caja del supermercado. ¡Que los niños pueden salir de casa para ir al supermercado! No puedo insultar, no puedo insultar.
Y después de hacer la compra, de refregarse por el suelo y de dar una palmadita a algún amigo al que no ve desde hace más de un mes, mis hijos pueden ir a la farmacia a ver a su madre trabajar. Ver cómo su madre ayuda a pacientes intentando por el bien de todos no contagiarse. Pero ellos pueden ir a la farmacia. Pueden contagiarse, eso sí. Pueden, pueden. Allí tienen una mesa con juegos, pasarán un buen rato. Y los clientes preguntarán a mis hijos cómo llevan la cuarentena. Si se ponen malitos... No puedo insultar, repito, no puedo insultar.
Yo no quiero ir al parque con ellos, por suerte tengo aquí césped para jugar. Ni estar dando un paseo de cinco kilómetros. Sólo quiero que los niños puedan ser más felices de lo que son y, principalmente, que no se pongan malos. Pensaba que podían ir a la playa en unos meses pero visto lo visto lo mejor será seguir quedándonos en casa y continuar con mis clases particulares. No puedo insultar, no puedo insultar...