Día 45 del confinamiento por el maldito coronavirus y hemos recibido una noticia pésima. Aunque fuera esperada, siempre es un horror que te digan que alguien a muerto. Michael Robinson no pertenece a mi familia ni he tenido mucho trato con él, pero sí guardo algún recuerdo de un par de encuentros con el "puto inglés", como le gustaba llamarse.
Ya digo que no era una persona cercana, ni amiga y que los encuentros fueron puntuales. Pero a mí llegó en cada uno, sobre todo tras una charla-coloquio en Huelva. Fue hace algunos años, cuando yo todavía me atrevía a ser periodista en el AS, una noche en la que Michael Robinson llegó al corazón de todos los presentes. En la charla y luego en la cena. Sus historias, sus anécdotas, sus críticas y algunas sorpresas. Lo que opinaba sobre Raúl González a mí me llamó mucho la atención.
Aquella cena se terminó y no duró más por no sabe aún por qué. Un tío encantador, como me lo habían vendido los compañeros periodistas de Madrid, y como se veía por la tele. Luego lo volví a comprobar un par de veces más en el estadio del Betis, antes de varios partidos importantes retransmitidos por el Plus y siguientes cadenas.
No me quedo con ese Michael Robinson que entró en mi casa con el PC Fútbol, ya ni me acuerdo del año. O con el Michael Robinson que por muchos años que llevara en España siempre tenía ese acento de guiri. Yo me quedo con el Michael Robinson que un día dio el salto del terreno de juego a los micrófonos, en la radio y en la televisión, y lo hizo como muy pocos lo han hecho. Tendría sus detractores pero yo disfruté mucho en mis inicios con sus comentarios. Porque veía el fútbol, a su forma, como pocos. Porque ha dejado frases para el recuerdo. Porque hizo programas que pasaron a la historia. Que son historia. Como él mismo. Descanse en Paz.