Al final he fallado. Se me olvidó poner el despertador temprano y, cuando vi la hora, ya se me había acabado el plazo para ir a correr temprano. Lo reconozco: hoy por fin he podido dormir nueve horas. Otra de las misiones imposibles en esta cuarentena por el maldito coronavirus. Esta noche será, cuando haga menos calor. Porque ha sido saber los horarios y venir los grados de golpe. Al final será como en los partidos de fútbol, que aquí tendremos que salir a la calle a partir de las diez de la noche.
Ayer ya avancé que este domingo era un día especial. Y no por mi primera salida runner de la temporada. El Día de la Madre es el Día de la Madre. Y faltarían palabras y frases para acabar este texto. El Día de la Madre más extraño pero también más especial. En la lejanía, por llamadas, mensajes y videollamadas de algún tipo, al final unos y otros acabamos entendiendo y usando las nuevas tecnologías. Hasta mi madre. No queda otra.
Yo no soy de llamar por teléfono, reconozco que es un fallo que he ido perdiendo con la edad, porque de joven llamaba todos los días. Pero en mi mente siempre está mi gente. Mi familia. Hoy fue por videollamada, el momento para felicitar a mi madre por su día. Y para que viera a sus nietos, con los que disfruta cada día a pesar de la distancia. En pocos días podrá estar con ellos y darle un abrazo y hasta esas monedillas de dos euros para que llenen su hucha. Que mi hija mayor ya me ha dicho varias veces que no está llenando su hucha como otros años. También con sus hijos, los dos que estamos fuera de su casa. Otro día que será muy especial.
Porque como el abrazo de una madre no hay nada en este mundo. Nadie te quiere como ella. Como mi mujer quiere a sus hijos. Como tu madre te quiere a ti. Es un amor especial. Un amor que es imposible de contar para los que somos padres. Pero somos hijos. Mamá, pronto estaremos otra vez juntos y nos podremos dar un abrazo grande. Y todos los besos que quieras. Ahí no hará falta usar el teléfono, tú tranquilo. Y yo me quedo más tranquilo. Pronto nos veremos otra vez. Gracias por todo, mamá.
Ya sabía yo que otra vez se me iban a saltar unas lagrimillas. Pero merecen la pena. Como lo buena madre que es mi mujer con mis hijos. Vaya peaso familia tengo.