Llevamos ya unos cuantos días de confinamiento por el maldito coronavirus y vaya si estamos aprendiendo en este tiempo. Muchas palabras nuevas que ya no son tan nuevas pero también que como no hagamos más caso esto puede ser una ruina total. Que ya lo es, ojo. Y hay quienes parecen tomarse a chiste las medidas de seguridad. Con lo que bien que nos iba y ahora parece que la luz del túnel puede estar más lejos.
Sí, estamos en la Fase 1 pero eso no significa que cada uno pueda hacer lo que le antoje. Me duele en el alma porque todavía no he podido ir a ver a mis padres, que sí quiero hacerlo este fin de semana. Con distancia y probablemente desde mi coche, ya habrá tiempo para un acercamiento total. Y, claro está, ni se me ha pasado por la cabeza ir a un bar, al menos como han ido algunos cafres en los últimos días. Cualquier multa estaría bien puesta, se llamen como se llamen.
No estoy diciendo de no ir a los bares, que un amigo me llamó la atención el otro día. Pero quien vaya, que lo haga con educación y seguridad. Y por educación me refiero a aceptar las normas. Déjense de reuniones como si fuera la fiesta de fin de curso de la Facultad. Vayan a los bares pero con cabeza, porque el virus no se ha ido y tiene pinta de que tardará en irse. Y luego no quiero lamentaciones. Depende de nosotros.
Pronto el Gobierno dirá quién pasa a la Fase 2 en esta fórmula que más parece un concurso con premios que una desescalada por zonas. Los numeritos que hacen ver la mejoría de la pandemia han empeorado en los últimos días, quizás también porque se hacen más test. Pero también por esos locos que salen a la calle como si les importara un pimiento todo. Yo, los pimientos, me gustan fritos y con un huevo. Así que me quedo otro día más en casa.