Lahoz de Mateu infecta ElGranDerbi del coronavirus

Desposeídas las gradas del Sánchez Pizjuán de su pasión, el halo del coronavirus se antojaba como el principal protagonista de ElGranDerbi sevillano. No obstante, como ya se pudo intuir cuando se hizo pública la designación arbitral, cabía la posibilidad de que irrumpiera un actor (in)esperado: Mateu Lahoz, un aceptable colegiado con un exacerbado y casi inconsciente afán de protagonismo. Y Lahoz de Mateu acabó infectando un nuevo capítulo de la eterna rivalidad sevillana.

El fútbol y LaLiga Santander retornaron inanimados, sin vida. Sordo y hueco, el duelo fratricida se arrogó la atención del mundo mundial proyectándose catódicamente como una película muda en un autocine universal. Hasta más allá de la mitad, la sesión no estuvo del todo malota, pero el árbitro consideró oportuno erigirse en Buster Keaton y darle su toque especial e histriónico a la producción.

Sería absurdo atribuir al colegiado la culpa de la derrota del Real Betis. Los de Rubi se quedaron en el teletrabajo, mientras el Sevilla FC se vistió de punta en blanco para su primer día en la oficina. Tanto, que se puso la corbata de Ocampos, titular y probablemente mejor jugador del partido una vez desvelado el truco más antiguo del fútbol: la ilusión óptica de la lesión.

El cuadro de Lopetegui se mostró sensiblemente mejor que su rival, disponiendo de las cuatro únicas oportunidades reales de gol de la primera mitad y la primera de la segunda. Dominio no materializado, pero dominio claro, al fin al cabo, ante un rival al que la gasolina de la presión alta le duró lo que una Playstation abandonada a la puerta de un colegio. El Sevilla fue y era mejor, por lo cual precisamente no hacía ninguna falta que nadie alterara rudamente el argumento de la película.

El 'penaltito' de Bartra sobre De Jong

Sin el penaltito decretado sobre Bartra en una acción sobre De Jong, quizá el conjunto nervionense hubiera ganado igualmente con claridad. O no, eso nunca lo sabremos. Lo cierto es que no parece una manera justa de determinar un partido de esta dimensión. Que Bartra podría haber ido al salto en el área más cauteloso, desde luego; que penaltis de ésos puede haber doce en cada partido, también.

El discurrir normal del partido se trocó y el protocolo se fue a dar un voltio, porque los abrazos y los besos de los jugadores sevillistas fueron los mismos que si ElGranDerbi se hubiera disputado en febrero. Dolido por el gag de Mateu Lahoz, el equipo bético se abrazó a su orgullo para intentar una remontada que se sabía poco probable. Para Rubi, se prolonga el estado de alarma. El Sevilla sale del derbi fortalecido, habiendo desarrollado los anticuerpos necesarios para afrontar lo que resta de LaLiga Santander.