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La sangre roja late más fuerte que la verde en ElGranDerbi

Expandir v
Periodista especializado en fútbol y baloncesto.

Históricamente se ha utilizado la expresión "redaños" para suplir a otra malsonante: cojones. La una significa literalmente lo que representa de forma figurada la segunda: determinación y coraje. Y eso es lo que diferenció al Sevilla FC del Real Betis en la vuelta de ElGranDerbi de LaLiga Santander. La sangre roja latió más fuerte que la verde. El cuadro de Lopetegui tuvo más redaños que el de Pellegrini y eso marcó su triunfo en un partido con poca historia. Y sin mucho fútbol, tampoco.

Los partidos como ElGranDerbi pocas veces se ganan por jugar mejor al fútbol que el rival. Y si es así, es por que el vencedor se ha molestado antes en igualar la intensidad del otro. Un Sevilla FC-Real Betis es más fragor que fútbol. Es pasión futbolística, competitividad, tensión, derroche...En todos esos aspectos, en definitiva los más importantes, se mostró superior el conjunto sevillista en una primera parte que dejó demasiado marcado el desenlace final del encuentro.

Ahí Lopetegui le ganó la batalla a Pellegrini, porque los suyos salieron a librar una batalla mientras los del chileno, a jugar un partido de fútbol. Jugar al fútbol lo hace muy bien este Betis, pero es que ni siquiera pudo hacerlo durante 45 minutos, sobrepasado por el torrente de sangre roja que inundaba el verde. Esa presión coaccionó el fútbol bético e hizo aflorar las debilidades de un equipo amedrentado. Los centrales no tuvieron su día, como se pudo apreciar en las jugadas que dieron origen a los dos goles del Sevilla. El portero, en este caso Claudio Bravo, tampoco lo tuvo. Se precipitó en el penalti y se comió el segundo.

La esperanza segada de Fekir

Joaquín encara a En-Nesiry (Foto: Kiko Hurtado).

Con el plan de Pellegrini absolutamente desvirtuado, el asedio sevillista fue por momentos exagerado y la única esperanza del Betis parecía sustentarse en Fekir. Y Acuña la segó con una entrada indecente que debió ser roja y se quedó en amarilla. Con Fekir renqueante hasta que tuvo que retirarse en el descanso, el Betis aguantó como pudo ante un Sevilla que no lo dejó ni tirar a puerta. Porque los de Lopetegui no te van a divertir enloquecidamente con su fútbol, pero tienen una capacidad competitiva y una seguridad defensiva determinantes.

Pellegrini dio entrada en el descanso a Joaquín y Aitor Ruibal, quienes demostraron que, cada uno con sus virtudes, lo mismo tendrían que haber formado parte del once inicial. De hecho, contribuyeron en gran medida a la resurrección de un equipo que había estado muerto. Otro Betis era posible y así se vio desde la reanudación, con un dominio claro del juego ante un Sevilla con la sangre ya más asentada. Y con oportunidades, porque fueron varias las que tuvo para haber rehecho el guion del choque.

Con la ventaja avalándole en el marcador, el Sevilla se retiró a sus aposentos defensivos, esperando la contra de la sentencia. Eso lo hace de cine el grupo de Lopetegui y ahí prácticamente murió el partido. La fuerza del Betis se iba disipando conforme no se concretaban las oportunidades y el Sevilla se hacía fuerte haciendo lo que mejor sabe. Cuando todo parecía despachado, en el minuto 93 llegó el suspiro de magia de Canales, con un perfecto lanzamiento de falta que contrajo algunos segundos el corazón del Sánchez-Pizjuán. Era demasiado tarde. La sangre roja ya había latido fuerte mucho más tiempo que la verde.

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