Dieciocho días han pasado desde que el Reale Arena acogiera la ida de semifinales de Copa del Rey entre la Real Sociedad y el Mirandés. Dieciocho días de espera, dieciocho días de tensión y nervios, dieciocho días de ilusión, esperanza y sueños. Y aún así habrá que esperar aún dos días más para que, ¡por fin!, llegue la vuelta en Anduva. Pero eso sí, ya no hay vuelta atrás. Quien se haga con este partido jugará la final de la Copa del Rey el 18 de abril en La Cartuja (Sevilla). El premio es muy grande.
Los de Imanol Alguacil viajan con una renta de 2-1. Un resultado que en principio dejo un poco fría a la parroquia txuri urdin por lo corto del resultado y por el hecho de haber encajado un gol, sin embargo a medida que han ido pasando los días se le ha dado valor al hecho de ir con ventaja.
No será fácil. Nadie cree que vaya a serlo. De hecho el Mirandés ha eliminado en su campo a tres equipos de Primera como el Celta, Sevilla y Villarreal, pero también es cierto que la Real es en la actualidad uno de los equipos en mejor forma del campeonato, y resulta difícil pensar que no vaya a ser capaz de marcar un gol en Anduva.
Es el partido más importante de la historia reciente blanquiazul. La responsabilidad es grande, pero ese aprendizaje también lo llevan aprendido de la ida. Si en Donostia pudo pesar demasiado la presión de saberse favorito, ahora los jugadores saben que no pueden dejarse llevar por la situación. Tampoco por el ambiente que haya en el estadio burgalés, o por su propia cabeza, jugándoles una mala pasada. Es necesario el 100% de atención y concentración. Es más, el Mirandés es quien debe arriesgar porque está por debajo en la eliminatoria.
La gloria está a tres días, y la Real Sociedad quiere saber de primera mano qué se siente. Este es su año. La cuenta atrás ya ha comenzado.