Aunque será una de las concursantes de más prestigio en el maratón de los Juegos Olímpicos de Río 2016, la mexicana Madaí Pérez asegura que a los 36 años su felicidad de atleta consiste en algo más humilde, el acto infantil de correr.Gustavo Borges
"Disfruto la carrera como otros de tomarse un helado, mi pasión por el maratón es extraña; ahora he regresado de una lesión grande y apreció más la felicidad de estar sana", asegura a Efe Pérez, la mejor corredora hispana de 42 kilómetros 195 metros en la historia con un registro de 2h 22:59, logrado en Chicago en octubre de 2006.
Hace casi tres años, después de terminar séptima en los Mundiales de atletismo de Moscú 2013, Madaí recayó de una vieja dolencia en el tendón de Aquiles y por su mente pasó la idea feral de no poder correr nunca más.
"Fue duro aquello, pero después de una cirugía resucité y ahora estoy llena de alegría, con mucha emoción por competir en los Juegos Olímpicos después de ocho años y confiada en que las cosas salgan bien", comenta.
Madaí será una de las concursantes más expertas en el maratón femenino de Río 2016, programado para el 14 de agosto, en condiciones de calor y humedad y representará en Río una de las esperanzas más ciertas de América Latina en la madre de todas las pruebas del atletismo.
El pasado 17 de abril, la pequeña deportista se apareció sin ruido en el maratón de Hamburgo. Trabajó para bajar de dos horas y media y aunque en la última parte sufrió un fuerte dolor de estómago, después del kilómetro 40 sacó su maestría y acabó quinta con 2h 29:27 para asegurar el pase a los Olímpicos.
"Como llevaba tiempo lesionada, no tenía la marca olímpica, entonces hice una preparación con lo elemental y ahora sí me entreno con más intensidad; el maratón es impredecible y una vez en la salida puede pasar cualquier cosa; en Río correré feliz y eso me llevará a correr bien", cuenta.
Dirigida por su esposo, Odilón Cuauhtle, un maratonista de 2h 15:34 que sacrificó su carrera para apoyar a su mujer, Madaí se entrena en estos días junto a su compañera del equipo olímpico Vianney de la Rosa y celebra las respuestas de su cuerpo, que tal vez agradecido por el tiempo de descanso, responde bien.
Eso de ser amiga de sus rivales es algo frecuente en una competencia medio romántica en la que todas las competidoras parecen unirse contra el calor, la humedad y el miedo a la deshidratación y solo al final se separan en busca de los triunfos.
"El maratón me abrió las puertas al mundo, las corredoras de 42 kilómetros 195 metros somos parte de una familia y es algo maravilloso", insiste.
Madaí se entrena en los estados mexicanos de Tlaxcala y Puebla, en el centro del país, y en los alrededores de esas ciudades hará también aclimatación al calor y a la humedad, dos factores que marcarán la prueba de maratón de los Juegos Olímpicos.
El próximo 4 de julio hará una carrera de 10 kilómetros en Atlanta, en la que comprobará su estado físico y a partir de ahí empezará el trabajo fino para pulir la forma deportiva.
"El misterio del maratón es que nadie llega a dominarlo jamás y en Río no se puede hablar de favoritas, las africanas tienen los mejores tiempos, pero la competencia será impredecible y habrá varias con posibilidades de entrar en la disputa de las medallas", asegura la fondista.
Madaí llegará a Río sin obligaciones y eso la hará más peligrosa porque estará concentrada en su pasión más noble, correr, y solo muchos kilómetros después de la salida se concentrará en competir, un verbo menos inocente pero que es la razón de ser en los Juegos Olímpicos.
"Mi disfrute es tomar camino porque Dios me hizo para correr. No sé si de viejita seguiré en esto, hoy solo se me ocurre pensar en Río", asegura en el tono pícaro que suele acompañar a los actos infantiles.