Una cena en el hotel oficial, una copa de champán, la ceremonia de las uvas... y a dormir. Así celebraron el ugandés Jacob Kiplimo y la keniana Brigid Kosgei sus nuevos récords de la San Silvestre Vallecana con marcas respectivas de 26:41 y 29:54 en la 54 edición de la carrera madrileña de 10 kilómetros, que congregó a 42.500 corredores.
Los récords se gestaron de acuerdo con los planes diseñados por Miguel Ángel Mostaza, que marchaba en moto junto a los atletas para marcarles el ritmo adecuado y advertirles de las dificultades que presenta el recorrido hasta Vallecas.
"Para batir los récords, lo primero es contar con algunos de los mejores atletas del mundo, tanto en hombres como en mujeres. Un plantel insuperable al que hay que explicar los puntos clave de la carrera, donde tienen que aflojar, donde forzar y donde mantener el ritmo", comentó a EFE Mostaza.
Después de asistir a la carrera desde hace 35 años, conoce el recorrido "como la palma de la mano" y eso le permite proporcionar al atleta una información imprescindible.
"En la carrera masculina no había liebres", apunta. "Son atletas muy valientes que corren siempre al frente y lo único que había que hacer era guiarlos para que mantuvieran la calma y no se precipitaran, sobre todo en la bajada. Yo iba marcándoles si iban rápidos o lentos con arreglo al plan".
Al no ser un circuito plano como el de Berlín, los ritmos en la Vallecana tienen que ser cambiantes. "Es más difícil. No puedes decir: a 2:40 el mil, hay que hacer una labor similar a la del copiloto de rallys, templando cuando hay que templar y abriendo gas cuando hay que hacerlo, pero sin pasarte, porque son hombres, no máquinas, y pueden explotar".
A su juicio, "salió todo perfecto", pese a que la organización no ofrecía un premio económico específico batir el récord. "Si acaso, los premios que tiene Nike, que les pagó 3.000 euros", señaló.
"En chicas sí pusimos una liebre masculina en los cuatro primeros kilómetros", admitió, "pero luego ellas mismas marcaron el ritmo, aunque algunos hombres se alinearon con ellas para chupar cámara, ya que no podían hacerlo con los de delante".
Los ganadores fueron sometidos a control antidopaje y regresaron al hotel sobre las 23.15. "Allí les preparamos una cena y tomaron las uvas, una costumbre que les sorprendió mucho. El menú tenía tres platos para elegir: ensalada de marisco, sopa y luego de segundo una buena carne y un buen pescado, además de fruta, verdura y champán".
"Con las campanadas -revela Mostaza- todos se pusieron en pie y celebraron la llegada del año nuevo. Luego los españoles y europeos se fueron de farra y los africanos, absolutamente todos, a la cama. Tirunesh Dibaba, además, salía en un vuelo muy temprano. En África nadie sale por la noche, dice que la noche es para dormir".
Mostaza no descarta que las plusmarcas sigan cayendo en ediciones sucesivas. "Después de lo de ayer va a ser muy difícil bajar esas marcas", reconoce, "pero en el deporte nada es imposible. Hay que seguir batiendo marcas".
Kiplimo, de solo 18 años, ganador de los croses españoles de Atapuerca, Soria y Alcobendas esta temporada, se descolgó con la mejor marca de la historia en 10 km en ruta, a un ritmo trepidante de 2:40.1 el mil, aunque no sirve a efectos de récord mundial. El trayecto tiene un desnivel favorable de 55 metros entre salida y meta, y el máximo permitido es un 1/1.000, un metro por kilómetro.
Cubrió los cinco primeros en 13:12, devorando cada 400 metros en 1:04 y, embadurnado de espuma, como es tradicional en Vallecas, marcó un crono excepcional que mejoraba en 14 segundos la plusmarca establecida por el rey del maratón, el keniano Eliud Kipchoge, en 2011 con 25:54.