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Kami Rita se lanza a por su 23 Everest, un nuevo récord por necesidad

Sangam Prasai

Katmandú, 19 abr .- Kami Rita Sherpa, que posee el récord por haber hecho cima en el Everest en 22 ocasiones y a punto de repetir su hazaña una vez más, afirma que se entregó a los peligros del montañismo presionado por la pobreza y cree que en una década apenas quedarán guías para escalar la montaña más alta del mundo.

A sus 49 años, el experimentado sherpa tiene claro que "los récords están hechos para romperse" y por eso tratará de batir el suyo propio cuando la cima del mundo (8.848 metros) abra durante tres semanas sus puertas, como cada primavera, en la segunda semana de mayo, explicó en una entrevista con Efe.

Kami llegó a Nepal el pasado 20 de marzo tras escalar el Monte Elbrús (5.642 metros), en el sur de Rusia y el más elevado de Europa, y enseguida voló a la región del Everest para coronar tan sólo cuatro días después el Pico Isla (6.189 metros).

Pero el guía no parece cansado cuando anuncia: "Mi próxima misión es conquistar el Everest".

"Obviamente estoy contando los números, tengo el objetivo de escalar el Everest 25 veces o puede que más", sentenció, casi un año después de haber cosechado portadas y titulares por conseguir lo que nadie antes había logrado.

El experto montañero nació hace 49 años en el seno de una familia pobre en Thame, una región remota y montañosa del noroeste del país del Himalaya, y a los 12 años comenzó a trabajar como porteador para alpinistas extranjeros que iban al Campo Base de la cima del mundo.

Kami creció empapándose de historias sobre la fama que rodea a los sherpas y su sueño era seguir los pasos del conocido guía de su comunidad Tenzing Norgay, quien en 1953 formó parte de la primera pareja en hacer cima en la montaña más alta del mundo, junto a Edmund Hillary.

Eventualmente se convirtió en guía para montañeros, pero no fue hasta 1992 que su hermano Lakpa Rita le regaló la oportunidad de escalar su primer "ochomil".

"En aquella época no estaba permitido escalar el Everest sin subir primero a picos de más de 8.000 metros dos o tres veces", explicó.

A los 24 años, en 1994, escaló finalmente la cima del mundo, una hazaña que le resultó "difícil", si bien "pronto comenzó a ser más fácil" con cada ascenso.

Por aquel entonces, subir al Everest garantizaba un trabajo "a cualquier sherpa", recuerda Kami.

Los guías experimentados eran escasos entonces y las compañías expedicionarias solían llamar a las puertas de los sherpas para ofrecer un puesto con un "gran salario" de unos 2.000 dólares -si bien 500 dólares de ellos se irían en la adquisición de equipamiento-.

"Pero ahora las cosas han cambiado, escalar se ha convertido en algo comercial (...) Hoy, la situación se ha revertido y son los guías los que tocan a la puerta de los operadores expedicionarios", advirtió sobre una industria con al menos medio millar de sherpas.

Un permiso para ascender la montaña más alta del mundo cuesta 11.000 dólares para los extranjeros, lo que se traduce en gastos totales de entre 40.000 y 90.000 dólares, mientras que un sherpa veterano ganará unos 12.000 en los 45 días que dura la temporada en el Everest.

Un guía principiante ganará unos 7.000 dólares en el mismo periodo y un porteador unos 4.000.

A pesar de lo mucho que ha cambiado todo, en parte por la aparición de equipamiento moderno y tecnología para la predicción meteorológica, hay algo que permanece igual: "el miedo a escalar", en palabras de Kami.

"Siempre hay presión a los sherpas por parte de sus familias para que dejen el trabajo porque las oportunidades de sobrevivir son 50-50 (...) Tenemos que planearlo con cuidado porque la muerte es virtualmente innegable cuando cometes un error, incluso si eres un alpinista experimentado", dijo.

El 18 de abril de 2014, Kami perdió a cinco miembros de su equipo cuando una avalancha arrasó el Everest, llevándose 16 vidas a su paso.

Un año después, el 25 de abril de 2015, un terremoto causó más de 9.000 muertos en la nación del Himalaya, una veintena de ellos en el Campo Base de la cima del mundo.

"Todos y cada uno de los momentos en el Everest son arriesgados, pero es mi trabajo y tengo que hacerlo", sostiene, convencido, como muchos otros, de que no quiere que sus hijos sigan sus pasos.

A su juicio, puede incluso que en cuestión de una década no queden guías para escalar el Everest.

"Éramos analfabetos y pobres -concluyó- y no teníamos otros medios para sobrevivir, como resultado nos vimos obligados a escalar peligrosas montañas".

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