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Orlando reanuda con suspense su colección de metales

José Antonio Diego

Doha, 3 oct .- Mes y medio después de cumplirse el tercer aniversario de su medalla de plata olímpica en Río 2016, Orlando Ortega ha dado una tercera presea -bronce en los Mundiales- a España, el país que le ha dado la oportunidad de alcanzar una vida mejor como atleta de elite.

Antes de colgársela en el estadio Khalifa, Ortega ha vivido 24 horas de amargura con final feliz, o al menos con un poco de consuelo, tras ser obstaculizado en la final por el jamaicano Omar McLeod -campeón olímpico y mundial- cuando el plusmarquista español estaba en posición de podio a diez metros de la meta.

Plata olímpica en Río, bronce en los Europeos de Berlín 2018 y otro bronce ahora en los Mundiales de Doha son las tres medallas conseguidas por Orlando como español.

Nacido el 29 de julio de 1991 en Artemisa, unos 60 kilómetros al noroeste de La Habana, Ortega es nieto de la velocista Cristina Hechavarría, campeona de los Juegos Panamericanos de 1967, y de un jugador de fútbol de quienes heredó los genes para el deporte.

De niño hizo sus pinitos en el béisbol, el deporte más popular de Cuba, pero su talento era escaso. Entonces pasó sin debutar por taekwondo y boxeo hasta que un día, cuando estaba en quinto grado de primaria, se encontró con el amor de su vida, el atletismo.

Su padre, Orlando, era un entrenador de 400 metros vallas y trasmitió la pasión al mayor de sus cuatro hijos, que un par de años después comenzó a ganar medallas en los Juegos Escolares, el semillero del deporte cubano.

Orlando fue asimilando los trucos para saltar vallas de manera veloz y elegante y en 2010 formó arte del equipo que fue a los Mundiales Juveniles de Mocton, Canadá.

Seis días antes de cumplir 19 años, sintió estar cerca de su primer gran triunfo internacional. Pasaba por un buen momento de forma pero al atacar una valla en la segunda eliminatoria tropezó, quedó eliminado y vio como se le escapaba la gloria.

Regresó a Cuba, se entrenó como un obseso y un año después fue bronce en los Juegos Panamericanos de Guadalajara (México).

Amigo de los perros, enamorado de las pistas azules como la de Río 2016 y la de Berlín, y de la música de Marc Anthony, el saltador de obstáculos maduró y a los 21 años se metió en la final de los Juegos Olímpicos de 2012 en la que terminó sexto. Meses después tomó la decisión más polémica de su vida, emigrar a España.

"No entiendo de política, he pasado muchos campamentos en España y aprendí a querer este país, aquí tendré más oportunidades para moverme por Europa y competir contra los mejores y aquí me quedo", dijo entonces cuando le preguntaron sus razones.

Mientras esperaba la nacionalidad española, que obtuvo el 8 de septiembre de 2015, Ortega se convirtió ese mismo año en el más rápido del mundo con un tiempo de 12.94 segundos en la reunión de París de la Liga de Diamante.

La IAAF le autorizó a competir por España el 29 de julio de 2016, justo a tiempo para estrenarse en los Juegos de Río.

Como cubano bajó de los 13 segundos con 24 años (12.94). Ahora sigue empeñado en hacerlo como español. "A Cuba, a su gente y su atletismo le deseo lo mejor, pero España me lo ha dado todo y para ella insistiré hasta volver a bajar de 13 segundos. No me voy a detener hasta lograrlo", repitió.

El año 2017 no resultó propicio para Ortega. Las lesiones perturbaron toda la temporada y llegó muy justo a los Mundiales de Londres, donde volvió a vencer, como en los Juegos de Río, el jamaicano Omar McLeod (13.04), su "bestia negra", mientras el español terminaba séptimo con 13.37.

La medalla de bronce en los Europeos de Berlín, el año pasado, le devolvió al podio internacional y le situó en la rampa de lanzamiento para los Mundiales de Catar.

Pero antes vivió, en 2019, una campaña que empezó mal: cuarto en los Europeos en pista cubierta de Glasgow y la ruptura con su padre como entrenador.

Quedarse fuera de ese podio le llevó a cambiar de aires. Se fue a Chipre para trabajar con Antonis Giannoulakis y los resultados prueban que el cambio fue acertado.

"En Glasgow pasó lo que tenía que pasar y decidí borrarlo de mi vida", confiesa. Su traslado a Chipre era "lo que necesitaba, esa exigencia a la hora de entrenar. Pero en lo que más he mejorado es en mi cabeza. He estado más tranquilo, disfrutando más. Los entrenamientos son más o menos igual, trabajando desde las arrancadas a la meta. Todas las partes de la carrera las hemos trabajado muy bien pero en lo que más he mejorado es en mi cabeza, y eso es lo más importante".

Chipre es una isla pequeña que le recuerda a Cuba "Desde el principio fue todo muy tranquilo, trabajando desde el primer día. Mi vida fuera de la pista, fenomenal. Las personas son muy amables, te saludan por la calle aunque no te conozcan, y la comida, el clima y el ambiente me encantan".

Los Mundiales de Londres 2017 dejaron a España fuera del medallero por primera vez en la historia de los campeonatos. Dos años después, en un refrigerado Khalifa Stadium, Ortega ha vuelto a meter al equipo en el medallero.

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