Lucía Santiago,Madrid, 4 oct (EFE).- Antes de enfilar la salida del hoyo 18, cerrando probablemente su historial como golfista profesional en el Open de España, José María Olázabal dejó su rúbrica sobre una pelota. También posó su firma sobre dos de sus guantes. Devolvió un tercero al interior de su bolsa.,A continuación, lanzó esos tres obsequios al aire. Inmediatamente, decenas de manos combatieron por hacerse con aquellas tres reliquias, pertenecientes a una de las grandes leyendas del golf e
Lucía Santiago
Madrid, 4 oct .- Antes de enfilar la salida del hoyo 18, cerrando probablemente su historial como golfista profesional en el Open de España, José María Olázabal dejó su rúbrica sobre una pelota. También posó su firma sobre dos de sus guantes. Devolvió un tercero al interior de su bolsa.
A continuación, lanzó esos tres obsequios al aire. Inmediatamente, decenas de manos combatieron por hacerse con aquellas tres reliquias, pertenecientes a una de las grandes leyendas del golf español.
Este viernes el Club de Campo Villa de Madrid despidió al ganador de los Masters de Augusta de 1994 y 1999, además de una treintena de títulos internacionales y cinco Ryder Cup (cuatro como jugador, una como capitán del equipo europeo). A su adiós le siguió el silencio, en unos instantes de profunda melancolía.
En la capital española el golfista de Fuenterrabía está dando algunos de sus "últimos colatezos" como profesional. Pocos torneos descuenta ya su calendario.
"Imagino que una última vuelta aquí es muy emotiva. Sé que este es un torneo importante para él. Y también sé que le hubiera gustado mucho ganarlo", convino Jon Rahm, uno de sus herederos, quinto en el ránking mundial.
Con el gigantón de Barrika, campeón del Mutuactivos Open de España en 2018, reapareció el bullicio junto al hoyo 18 de un certamen que el próximo lustro se quedará en Madrid.
Caprichoso el orden de juego, al adiós de José María Olazábal le siguió la irrupción de Adri Arnaus, Rafa Cabrera Bello y Jon Rahm, el trío que sostiene una aguerrida pugna por el liderato en el ecuador del torneo. De este modo, la añoranza por los buenos tiempos del olvidable golfista guipuzcoano y la festividad por la llegada de una nueva camada se mezclaron en un margen escaso de minutos.
Los aplausos al mito dieron paso al calor hacia dos jóvenes realidades -Arnaus y Rahm- y un tercer combatiente -Cabrera Bello- que también apunta a lo grande, con una tarjeta donde luce un concluyente 11 bajo par, solo igualada por el barcelonés.
"Olazábal, como Seve Ballesteros y Miguel Ángel Jiménez, es un referente para mí. Ellos son los jugadores con los que yo he crecido viendo en la tele", explicó Adri Arnaus, nacido en 1994, el año en que Chema triunfó por primera vez en Augusta. "Ojalá pueda llegar a ganar lo que ganó él", deseó con la admiración del recién llegado.
El equipo técnico de la Real Federación Española de Golf llora el final de Olazábal -"sin él, tal vez todos nosotros no estaríamos aquí y el golf no sería lo que es", subrayó Jon Rahm- al tiempo que contempla la explosión de joviales y carismáticos líderes, capaces de brillar bajo presión.
Jon Rahm remontó para terminar a dos golpes de Adri Arnaus y Rafa Cabrera Bello, con el bilbaíno Samuel del Val entre medias.
Los cuatro se posicionaron como principales aspirantes a ganar el Open de España, el torneo que deja "una pequeña manchita" en el historial del admirado Olazábal. "Cambiaría muchos de los torneos que he ganado por este. No me puedo quejar de la carrera que he tenido, pero me hubiese gustado ganar el Open de España", confesó en su despedida.
A partir de este sábado le tocará contemplar a los aspirantes desde lejos. Se lleva tanto cariño que no necesitará el trofeo.