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Valladolid vibra con una final pasada por agua y con sedes dispersas

Inés MorenciaValladolid, 29 abr .- Valladolid vibró hoy con una final de la Copa del Rey de rugby pasada por agua, que hizo que los aficionados tuvieran que repartirse por diferentes sedes, al suspenderse la fiesta que el Ayuntamiento había previsto, en las que volvieron a ofrecer un ejemplo de convivencia y deportividad.
Aunque hubo diversas ofertas para que los seguidores del VRAC y de El Salvador, los dos equipos en liza en la competición copera, pudieran disfrutar del partido, que se disputó en Valencia, los más fieles cogieron sitio, con tiempo de antelación, en las sedes oficiales de uno y otro club: El Barco y La Central.
En el caso del primero, en el bar apenas cabía una aguja, pero nadie protestaba por encontrarse sin espacio, ya que toda su atención estaba centrada en la pantalla que presidía el establecimiento, en lo que respecta a la planta baja, y en la televisión ubicada en la de arriba, también llena hasta la bandera.
En un ambiente festivo y de optimismo, y sin que se produjera ningún incidente, los queseros iban creciéndose tras el 0-13 inicial, que evidenció el gran estado de forma de la plantilla de Diego Merino, y de sus ganas de sumar un nuevo título.
Cuando llegó el primer ensayo del Chami, de Wozniak, se produjo en El Barco un silencio sepulcral, que se rompió con gritos de ánimo al mismo compás que el balón de la transformación de Sam Katz salía desviado, lo que aun dejaba una ventaja de ocho puntos para su equipo.
Pero Nuu Junior añadió un nuevo ensayo antes del descanso para el cuadro colegial, y los aficionados del Quesos perdieron parte de su visión positiva, aunque todos mostraban su confianza en una plantilla que solo había cedido un partido en toda la temporada, y en su hambre de triunfos.
En La Central, tras la reanudación, la ilusión se mantenía por todo lo alto, sobre todo tras el golpe de castigo anotado por Katz, que dejaba el marcador igualado a 13, y que ponía en pie a todo el bar, con arengas de "sí se puede" y continuas muestras de ánimo a la entrega de los jugadores.
El ensayo de Gavidi y la posterior transformación de Griffiths, supusieron un jarro de agua fría para los colegiales, pero los aficionados al rugby, los buenos, los que son capaces de aparcar sus colores y observar el partido, que son la gran mayoría, reconocieron el buen hacer del internacional español y se encomendaron a la fortuna para que el encuentro diera la vuelta.
Sam Katz volvía a acercar a los chamizos en el marcador (16-20) y, en los últimos compases del partido, toda la afición empujaba a una en las melés, se levantaba para coger las touch y corría cuando se abría el juego a la mano, con el fin de dar impulso a su equipo.
Pero a medida que el tiempo se agotaba, las fuerzas iban consumiéndose y la impotencia se asentó entre los seguidores blanquinegros, ya que veían cómo el Quesos aguantaba estoicamente los empujes de El Salvador, con mucha solvencia, para terminar con una victoria, en uno de los derbis más bonitos que se han visto, con más ensayos que golpes de castigo.
Para el VRAC es el quinto título copero, y el tercero de esta campaña, tras la Supercopa de España y la Copa Ibérica y ya están pensando en rematar la faena con el último en liza, el de liga, en el que, si se cumplen los pronósticos, volverá a verse las caras con su eterno rival pero, esta vez, en Valladolid.

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