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Nadal, sonrisas y lágrimas en Wimbledon

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Una relación de amor y odio. Rafa Nadal ha escrito los versos más brillantes sobre el césped londinense, pero también las tardes más grises en un Grand Slam. Ascendió al Olimpo y bajó al Hades. Conoció la gloria y el sufrimiento. La cara amable y las penurias del deporte: las lesiones. La victoria y la derrota. El cielo y el infierno. Pero desde que apenas tenía 16 años, una idea revoloteaba en su cabeza: “¿El torneo que prefiero ganar? Wimbledon, pero está muy difícil y hay que trabajar mucho”.

Aquellas declaraciones de Nadal se produjeron durante el verano de 2002 en un torneo de categoría Futures en Vigo que terminaría ganando, unos meses más tarde de que firmase las semifinales en la prueba junior de Wimbledon. Tanto Rafa como su entorno sabían que ganar en el All England Tennis Club era un signo distintivo. Roland Garros ya había conocido seis campeones nacionales antes de su irrupción como profesional, sin embargo, la hierba londinense era una barrera más alta, hasta la que únicamente Manolo Santana en 1966 había podido escalar.
Sólo un año más tarde –con 17– el destino le concedió la oportunidad de estrenarse en un torneo de Grand Slam precisamente en Wimbledon 2003. Ocupaba el top 76 de la ATP, cuando el cuadro principal le emparejó con el croata Mario Ancic. A pesar de ceder un set, acabó superando su primera prueba a la mayor escala tenística posible en el circuito. En segunda ronda se deshizo del británico Lee Childs en sólo dos horas, mientras que en la tercera ronda el japonés Paradorn Shrichapan (top 11) puso punto y final a su primera aventura en el césped inglés.
Tres para uno
Entre 2006 y 2008, el manacorí encadenó su trienio mágico. En este período sumó 19 victorias en 21 partidos, o lo que es lo mismo, estrechó la mano al rival como ganador del encuentro en el 90% de las ocasiones. Las dos derrotas las infligió el mismo protagonista: Roger Federer. La primera llegó en 2006. Después de avanzar hasta su primera final en el All England Tennis Club, Nadal se encontró al hombre que había dominado Wimbledon durante toda la década. La declaración de intenciones del suizo fue inmediata. Un 0-6 en el primer set sirvió como tarjeta de bienvenida. Federer dejaba claro que no estaba dispuesto a abdicar en su reinado (0-6, 6-7, 7-6 y 3-6).
Un año más tarde los mismos guerreros se citaron en el mismo lugar y a la misma hora para retomar la batalla de la edición anterior. Esta vez el aprendiz había madurado lo suficiente para presentar mayor resistencia que el año anterior. Pero otra vez el número uno del mundo repetía la escena en la central de Wimbledon. Por quinto año consecutivo el trofeo era para Roger Federer (6-7(7), 6-4, 6-7(3), 6-2 y 2-6), una marca que le permitía igualar a Bjorn Borg (1976-1980).
Pero la historia en Wimbledon estaba dispuesta a escribirse sobre el verde de la Centre Court del All England Tennis Club con los mismos protagonistas. Por tercer año seguido, Roger Federer debía defender su corona ante Rafa Nadal. Número uno y dos del mundo frente a frente bajo la mística del torneo más codiciado del planeta. Pero esta vez el español logró el sueño que perseguía desde niño y deseó desde que era un adolescente. 6-4, 6-4, 6-7, 6-7 y 9-7, el manacorí lograba su primer trofeo en Wimbledon y tumbar, 40 partidos después, a Federer sobre la hierba londinense.
Una de cal y otra de arena
Después de un año de ausencia debido a los problemas físicos que le mantuvieron apartado de las pistas entre mayo y agosto de 2009, Rafa Nadal regresó a la hierba londinense para repetir la gesta que logró en su última participación. En 2010 cuajó una de las mejores temporadas de su carrera, levantando tres Grand Slam, entre los que se encontraba Wimbledon. A pesar de sufrir en las rondas iniciales ante jugadores como Robin Haase (R64) o Philipp Petzschner (R32) hasta el quinto set, el manacorí avanzó hasta la final donde tumbaría a Tomas Berdych por 6-3, 7-5 y 6-4. Era el octavo Grand Slam en la carrera del español.
Al curso siguiente, como en los cuatro anteriores, Nadal regresó a la última ronda de Wimbledon. Prácticamente repitió el mismo guión a lo largo del torneo. Ante Del Potro, Mardy Fish y Andy Murray, cedió un parcial para acabar ganando el partido. Aquella temporada estuvo marcada con su especial rivalidad frente a Novak Djokovic. El serbio parecía haber encontrado el antídoto ante el español. Y lejos de conformarse en el mismo All England Tennis Club fue capaz de arrebatarle la corona de Wimbledon y el cetro de la ATP. También en cuatro sets, pero esta vez para su rival, Nadal cedió en la final ante el de Belgrado (4-6, 1-6, 6-1 y 3-6).
Maldita hierba
En las últimas temporadas, Wimbledon ha dejado de ser un jardín de sonrisas para Nadal. Tanto que en 2012 se despidió en segunda ronda ante Lukas Rosol 7-6, 4-6, 4-6, 6-2 y 4-6 en el que sería uno de los episodios más oscuros de la carrera de Nadal. No tanto por la derrota, si no por lo que significaría a la postre. Después de aquel partido, se diagnosticó la lesión que le mantendría durante más tiempo apartado de la competición: siete meses fuera de las pistas. Aquella edición del Grand Slam inglés sería la última vez que saltó al a pista en 2012. No volvería hasta febrero de 2013 en Viña del Mar.
Precisamente en 2013 regresó al All England Tennis Club dispuesto a borrar el sabor amargo del curso anterior, pero la historia le había deparado otro nuevo traspié. En su estreno le esperaba el belga Steve Darcis (top 135). Por segundo año consecutivo, Rafa Nadal abandonaba Wimbledon antes de lo previsto. Tanto que jamás se había marchado hasta entonces de un Grand Slam sin haber ganado un partido. En 2014 regresa a la Catedral, el escenario que le ha visto derramar sus lágrimas más dulces y las más amargas. Su primera historia se escribe ante Martin Klizan.
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