Hoy es un día triste. No solo para el mundo del tenis, sino para el deporte en general. Rafa Nadal se retira. Si. Como lo lees. Nadie está preparado para pronunciar estas palabras. Menos si lo escuchas de su boca. Aquello que sabes que algún día va a llegar, pero no tratas de pensarlo. Pero ya es una realidad. Pasaban los meses y los meses esperando que cada comunicado fuese para volver a una pista de tenis. Pero la verdad es que nos estaba preparando poco a poco para que doliese menos. Aunque no sé si es mejor que te lo digan de golpe.
Las leyendas no pueden irse por la puerta de atrás. Rafa Nadal no podía retirarse en una rueda de prensa. Aunque su cuerpo le haya dicho basta, le pide un último esfuerzo. Un último año de homenaje. Despedirse en los torneos más emblemáticos, dónde nos ha hecho vibrar como nadie. El “vamos, Rafa” sonará por última vez en el Manolo Santana, en el Arthur Ashe o en la Philippe Chatrier. El colocarse el calzoncillo. Tocarse la nariz, la oreja izquierda, otra vez la nariz y por último la oreja derecha. Dejar las botellas de agua de manera alineada. No pisar las líneas. La cinta en la frente. Las muñequeras. Las tiritas en los dedos de su mano. Todo eso se disfrutará por última vez en 2024. Porque hay que aceptar las cosas, como bien dice Rafa.
Porque nadie se merece terminar una carrera deportiva como la de Rafa en una mesa y delante de periodistas. “Voy a esforzarme para que mi final sea en la pista. No quiero irme antes de hora, pero vale la pena hacer un esfuerzo más y voy a luchar para ello", pronunció.
92 títulos. 22 Grand Slams, un oro en los Juegos Olímpicos, 36 Masters 1000, 22 ATP Tour 500 y 10 de 250. Todo eso a nivel de trofeos. Pero Rafa es más que eso. Por más que se empeñen que no es un ejemplo para los niños, sí lo es. Y no solo de ellos. Los mayores también se ven reflejados en su coraje. Recoge todos los valores del deporte: esfuerzo, sacrificio y respeto. Esto último más, cuando cada vez más está de moda gritar al juez de silla y que no pase nada.
Rafa Nadal consiguió que media España estuviese delante del televisor horas y horas para verle jugar. Ya sea de día o de madrugada. Es difícil quedarse con algunos partidos. Pero la de 2004 comenzó la era de las rivalidades más históricas del mundo del tenis. Cuando un chico de 17 años, con melena al viento, camiseta sin mangas y una cinta en la cabeza conquistó su primer triunfo contra Roger Federer en Miami. Quién le iba a decir que iba a llorar como un niño a su lado 18 años después. O la de Wimbledon en 2008 al que nombran como ‘el mejor partido de la historia’. El tenis hecho arte. Porque hablar de Rafa es hablar de Roger y hablar de los dos es hablar de tenis.
O en 2005 contra Guillermo Coria en la tierra batida de Roma. O ese mismo año cuando enamoró a Madrid. Desde ahí todo es historia. Y sin olvidar sus partidos épicos en la tierra batida parisina. ¡14! ¡14 Roland Garros! Que se dice pronto. Y así podría estar todo el rato escribiendo los logros de Rafa. Pero me quedo con una cosa. Disfrutemos de Nadal en este último año. Competirá y seguirá demostrando su garra sobre la pista. Diez últimos meses. Porque las leyendas no pueden irse por la puerta de atrás.