Pepe Imaz, que con diez años se fue a Barcelona -primero con Andrés Gimeno y luego con Luis Bruguera-, ha destacado que "no se puede confundir a los niños con los títulos que tiene o no, es decir, no se puede valorar por cómo hacen las cosas, sino que sean conscientes de que por el simple hecho de existir es lo más valioso que hay".
Imaz también comparte su experiencia con otros tenistas como Fernando Verdasco, Santiago Giraldo, Flavia Pennetta, Daniela Hantuchova o Marcel Granollers. "Djokovic es una persona conocidísima, pero lo que verdad me llena es hacerlo yo, conmigo, y luego compartir con otros lo que tanto me ha ayudado, porque, con 18 o 19 años, no tenía ganas de vivir", ha afirmado.
A pesar de estar entre los 400 mejores del mundo con 18 años, el riojano dejó el tenis a los 23 años tras superar unos malos momentos, entre ellos la bulimia.
"Yo fui un jugador de tenis con ilusiones, a veces te olvidas de ti y de tu persona para centrarte en lo que consigues y ahí empiezan los miedos. Y a consecuencia de los miedos, viene el estrés, la angustia, la ansiedad, tener frustraciones, llorar, sentirte infravalorado y todo eso hace mucho daño al niño, al adolescente y al adulto", dijo.
Así puso en marcha el proyecto "Amor y Paz" en Marbella, para enseñar a los niños desde las perspectivas deportivas y la del ser, compartiendo esta escuela con Marko Djokovic: "Hay chicos y jugadores profesionales, así como niños que quieren serlo, con los cuales compartimos nuestro recorrido", indicó.
Ha comentado que inculcar valores es "siempre antinatural, lo suyo es compartirlo y al que le siente bien o le guste pueda cogerlo".
"La escuela de tenis es la segunda cosa porque, ante todo, tratamos de compartir con ellos porque la prioridad es el ser humano. A uno le pueden regalar el diamante más valioso del mundo, pero, a la hora de elegir entre la vida y el diamante, creo que el cien por cien diríamos la vida, con lo cual no debemos juzgarnos tanto", comentó.