Excesos

Según la RAE, “aquello que se sale de los límites de lo ordinario o lo lícito”. En granota, según el sentido. De velocidad, cuando Oba Martins arrancaba la moto. De confianza, los balones que pierde Rochina y que tan caro cuestan a veces. O de poder, como el rodillo de Quico Catalán en cada Junta de Accionistas. Y así se podrían ir enumerando más y más situaciones que no llegaríamos a cenar esta noche con la familia y los allegados. Y ¡ojo! que en estas fechas cometemos muchos.

El caso es que los excesos, como los extremos, siempre son malos. O casi. De ahí que se haya que tener cuidado con ellos. Vaya por delante que la gestión de Quico Catalán al frente del Levante UD es encomiable. Debería estudiarse en cualquier Universidad como ejemplo de éxito. Digo más, me atrevo a asegurar que sin Quico el Levante ahora mismo estaría mendigando por la Segunda o Tercera División, sin pena ni gloria. O incluso habría desaparecido. Y lo creo convencido como cualquiera de los que vivimos aquella época del Concurso de Acreedores desde bien cerca. ¿Quién no temió por la liquidación y el bajar la persiana? El que esté libre de pecado que tire la primera piedra…

El club ha crecido mucho desde aquel 2009 cuando Quico entró a intentar poner orden. Y él también. E, insisto, que en el global son muchísimos más aciertos que errores. Seguro. Pero en los últimos tiempos quizá ese exceso de poder por intentar controlar hasta el más mínimo detalle haya podido provocar cierto rechazo en determinados sectores del levantinismo. Falta algo. Trasparencia. Quizá algo de cercanía también. Estoy seguro que desde dentro saben de lo que hablamos. Lo que me siembra la duda es la capacidad de autocrítica que pueda haber. Y ahí entramos ya en terreno peligroso. Porque los grandes Imperios han terminado cayendo con el denominador común del exceso de poder y de confianza. La historia está llena de ejemplos. No caigamos en eso, por favor.

Cierto es que casi todo lo que traspasa el terreno de juego al aficionado no le suele importar demasiado. Mientras la pelotita entre suele dar un poco igual lo demás. Algo injusto, por otro lado. Y la realidad es que ahora mismo futbolísticamente hablando todo está en orden. Calma chicha. El último empate en El Alcoraz fue el reflejo de lo que está siendo la temporada. Un partido más. Un puntito más. Sin más. Y poco más. Con ganas de más, eso sí. Porque aquí, en este Búnker, no se entiende de festividades, queremos balón. Y goles. Y triunfos. Yo le pido al año nuevo todo esto y mucho más. Seamos buenos, cuidado con los excesos, y seguro se cumplirán nuestros deseos. ¡Felices fiestas!