Orgullo máximo
Con siete partidos consecutivos sin perder y desde posiciones europeas. Así llegaba el Real Valladolid al Estadio Santiago Bernabéu. Eran y son credenciales más que suficientes para llegar con la ilusión por bandera, como se entendía en la previa del partido.
Por delante en la clasificación del equipo blanco, que estrenaba a Santiago Solari en el banquillo del del estadio merengue, el equipo de Sergio González no tenía nada que perder y esta innegable sensaciones invitaba a que el equipo pucelano pudiera realizar un duelo similar al del Estadio de la Cerámica o el Estadio Benito Villamarín.
Buscando potenciar el nivel de crispación de la afición blanca, el Real Valladolid quería un partido largo, sin ocasiones y de cocción lenta. Conscientes del riesgo de que cualquier detalle cuesta caro en un lugar como el Bernabéu, Sergio no quiso perder su identidad y repitió el once titular del empate (1-1) ante el RCD Espanyol. Muestra inequívoca de que el equipo iba a pelear el partido.
Pitidos al descanso
Dentro del planteamiento de Sergio González y Diego Ribera seguro que entraba el clima del estadio. Escuchar pitos al descanso era un objetivo dentro de las líneas diseñadas por los preparadores catalanes. Tras 45 minutos de juego, dicho objetivo se consiguió y todo tras aguantar el fuerte inicio del equipo de Santiago Solari.
Exigidos por la situación, los jugadores del Real Madrid iniciaron el partido con las líneas de presión alta. Querían agradar a su hinchada desde un muestra de "cojones", como pedía su nuevo entrenador. Sin resultado final, grandes ocasiones ni regularidad, esa fuerza inicial del Real Madrid se fue diluyendo con el avance del partido.
Pese a que los blancos acumularon hasta cuatro remates en el área de Jordi Masip, ninguna de esas acciones asustó a los más de 1.000 aficionados pucelanos congregados en Madrid. En cambio, el Real Madrid sí sufrió con los acercamientos pucelanos.
La internada de Antoñito Regal, el remate de Enes Ünal y el disparo cruzado de Toni Villa llevaron el miedo a las gradas del Estadio Santiago Bernabéu. Ese miedo, dada la situación merengue, se transforma en crispación y ésta, en pitos para los jugadores de Solari, silbidos que sabían a gloria a los pucelanos.
Nueva batalla
Pese a esa buena primera mitad de los de Sergio, el duelo continuaba con el empate inicial y la segunda parte sería otra historia que se definiría en los primeros minutos tras la reanudación.
Saber soportar el temporal que potenciaría el Real Madrid tras el paso por vestuario parecía prioritario pero el Real Valladolid no está parta esperar sino para crear y así lo quiso hacer Sergio. Adelantando líneas para la presión y buscando transiciones altas, el Pucela firmó momentos de tremenda calidad.
Dos ocasiones claras de Toni Villa y otra de Rubén Alcaraz potenciaron la candidatura del Real Valladolid. El equipo creía y, por muchos momentos, lo merecía. El rédito el soberbio y el rendimiento, sobresaliente. Tanto como para no firmar el empate en el último cuarto de hora.
Excesivo y desproporcionado
Con la entrada de Daniele Verde y Óscar Plano, Sergio González confirmaba que el Real Valladolid quería el partido. El empate no era suficiente y el Pucela generó para ganar pero la fortuna le fue esquiva. Los dos disparos de Real Valladolid que se estrellaron contra el larguero, en el caso del Real Madrid fue dentro.
Un disparo muy desviado de Vinicius tocó en Kiko Olivas y se alojó en la meta de Jordi Masip. Tras el primer tanto del equipo blanco, el duelo cambio. Pese a la entrada de Duje Cop, el partido ya estaba marcado y todo lo que ocurrió desde ese golpeo defectuoso del joven brasileño fue un castigo excesivo y desproporcionado para un Real Valladolid que sólo genera orgullo máximo por su partido y su nivel.
