Insuficiente empate

Era un partido muy importante. Tras la goleada (4-0) sufrida en el Estadio de El Alcoraz ante la Sociedad Deportiva Huesca, el Real Valladolid afrontaba un partido determinante este viernes ante el Villarreal CF. Era uno de esos encuentros en los que la victoria supone un incentivo para el que la consigue y un mazazo para el que pierde.

En esta ocasión, la trascendencia del duelo era tal que tenía un puntaje de 10 puntos para el Real Valladolid. Ganar, además de para distanciarse de la zona de descenso, serviría para dejar casi sentenciado a un rival por el objetivo. Así, lo firmado en el Nuevo Estadio José Zorrilla este viernes tiene trascendencia, aunque no aquella que hubiera supuesto la victoria de cualquiera de los dos equipos.

El empate sumado ante el equipo de Javi Calleja es débil para las aspiraciones pucelanas. Con la octava igualada liguera de la temporada, el Real Valladolid no termina de respirar y así, no se relaja ni vuelve a creer en sus posibilidades. En definitiva un incompleto comienzo de fin de semana para un Club y un entorno a los que les cuesta soñar más con el nuevo proyecto de Ronaldo Nazário. La realidad no les deja.

Una 'final' de errores

Pese a que ambos entrenadores no quisieron calificar el partido de 'final, ni Javi Calleja ni Sergio González dijeron que el partido no fue importante. "Está muy cerca de ser una final", aseguró el catalán en una confirmación de que los dos equipos sabían qué había en juego antes. En la previa eran conscientes; durante el encuentro, también.

El inicio del mismo así lo demuestra. Ambos equipos querían dar un paso al frente pero no podían. Les costaba y las imprecisiones tomaron protagonismo, sobre todo en defensa. Las ideas estaban pero las piernas pesaban. Así se vivieron momentos de querer y no poder y, con ellos, llegó la incertidumbre futbolística.

Sin constancia en la creación de ocasiones en ninguna de las dos áreas, el tiempo pasaba y la sensación de peligro de ambos equipos se quedaba sólo en eso.

Intención, propuesta y disposición pero sin acierto y así el tiempo de descanso llegaba. Sin abrir el marcador, el Villarreal y el Real Valladolid demostraban el porqué de su situación. El primero y el quinto equipo que menos goles hacen de LaLiga justificaban tal registro.

Vivir en el área contraria

Con esa dificultad para hacer gol y crear ocasiones de peligro reales, pucelanos y amarillos esperaban un detalle puntual o un error rival para marcar la diferencia en el luminoso. Así, el partido quedaba marcado más por el hecho de no saber qué hacer que por la iniciativa por conseguir más.

Con esta propuesta y las claras limitaciones mostradas, las acciones a balón parado, las transiciones y, sobre todo, los errores en la salida de balón eran determinantes. Ya no era cuestión de crear sino de no fallar. Calleja y Sergio entendían que debían estar en campo rival. Era cuestión de vivir el mayor tiempo posible lejos del área propio, dando igual cómo fuera.

Ni uno ni otro querían la posesión. Buscaban llegar al área rival. Ya fuera acumulando jugadores, como en el caso del equipo visitante, o con presencia exterior, como en el caso blanquivioleta. Ninguna daba por bueno la igualada, pero tampoco quería exponer el empate en exceso. Ambos sabían que no era el premio deseado, pero era un premio, al fin y al cabo.

Insuficiente pero valioso

De esta forma, sin saber ganar en 88 minutos, Sergio no quiso perder el empate en el añadido y la entrada de Borja Fernández en el tramo final del partido lo demostró. El Real Valladolid no quiso perder el empate conseguido y aquel por el que luchó, con ideas e intención pero sin claridad, hasta el tramo final.

Ya en los últimos minutos, el Pucela no lo vio claro y Sergio reclutó a su equipo para sumar un punto, pero, ante todo, para dejar atrás, aunque fuera con un insuficiente empate, la dolorosa derrota en Huesca.