Resurrección y crucifixión

Más vivos que nunca. Después de una semana infausta, con el infierno ya quemando los talones y contra un Getafe de Champions que se adelantó en Zorrilla; el Real Valladolid, muerto en esos instantes, no perdió a fe en sí mismo y consumó la remontada y la resurrección, hasta que en el último minuto de partido llegó la crucifixión de penalti (2-2).

Tan negro se veía el futuro después de la derrota ante el Sevilla FC (0-2), que a Sergio González no le quedaba otro remedio que buscar soluciones donde fuera... o donde lo hubiera. Y una de ellas fue la alternativa de Yoel Rodríguez en detrimento de Jordi Masip, además de la titularidad de Enes Ünal acompañando a Sergi Guardiola. Con las principales novedades en la portería y en la delantera, el Pucela recibía al Getafe CF con una imperiosa necesidad de ganar para evitar que la situación se tornara aún más oscura para la entidad blanquivioleta.

Fe sin complejos

De hecho, esa necesidad de conseguir los tres puntos fue patente desde el minuto uno. El Real Valladolid dejó las 'torrijas' en casa y se pasó al chocolate y los churros de la previa, firmando un buen inicio, valiente y con ímpetu para buscar el cara a cara contra un equipo que suspira por la Champions. Una osadía, quizás, pero la gloria es para los valientes, o eso dicen. Nada más lejos de la realidad. Después de quince minutos de ganas, de un quiero y no puedo estéril, llegó el mazazo para los locales; el fiel reflejo de la actual temporada.

En el minuto 14, Mauro Arambarri transformaba una jugada de estrategia -poco elaborada, todo sea dicho- en un zapatazo desde 30 metros que se colaba como un obús por la escuadra derecha de Yoel Rodríguez. Ni media ocasión para hacer un gol; el uruguayo solamente había mandado un aviso previo antes del misil que abrió la lata. Era el primer asalto y el Pucela ya caía noqueado ante un púgil que de pegada no va falto y que, por si fuera poco, mantenía la guardia como pocos.

Los de Sergio González, por detrás en el marcador por mérito del rival y no demérito propio en esta ocasión, necesitaron unos minutos para reponerse y volver a la carga en busca de la victoria. Dicho y hecho. El Getafe CF, cómodo con el botín adquirido y bien plantado ante un Real Valladolid que tenía la bola pero no generaba peligro, buscó cobijo atrás y se encomendó a la velocidad de sus puntas. Craso error. Los azulones, ataviados con la elástica roja en la matinal del domingo, no hicieron daño a un rival sobre la lona y cesaron los golpes contra los blanquivioleta, quienes aceptaron la concesión y se dedicaron a jugar al fútbol con paciencia y fe en sus posibilidades.

Y todo ese optimismo se materializó a la media hora de juego. La falta de ambición del Getafe permitió que Nacho Martínez centrara con comodidad desde su costado, permitió que Sergi Guardiola empujara dicho envío a placer, permitió que se consumara su particular venganza y permitió, en definitiva, que el Real Valladolid empatase la contienda (1-1). Zorrilla respiraba, sabedor de que llegar al descanso con 0-1 podría haber sido mortífero, pero las tablas cambiaban radicalmente el infausto guion que se estaba escribiendo.

Y de hecho, tal fue el cambio de papeles, que el infortunio esta vez golpeó a los getafenses y a Vitorino Antunes, quien cayó lesionado en la recta final de la primera parte. José Bordalás, obligado a buscar un recambio, optó por Hugo Duro en detrimento del portugués, cuya dolencia no auguraba nada bueno. Así, sin mucho más que reseñar, ambos conjuntos se retiraron a los vestuarios para encarar 45 minutos vitales para las aspiraciones opuestas de unos y otros.

Visos de gloria

A pesar de la situación que atraviesa el Real Valladolid, la pronta reacción tras el 0-1 invitaba al optimismo, ya que lo normal hubiera sido que el equipo se cayese drásticamente y asumiera lo -in-evitable. Pero la fe mueve montañas y, en lugar de ir a menos, los locales se crecieron y fueron mejorando con el paso de los minutos. Y si algo demostró la primera mitad, es que la confianza blanquivioleta además de estar intacta, eclipsó a los complejos de las últimas semanas.

Por fortuna para los pupilos de Sergio González esa dinámica positiva continuó en la segunda parte, hasta que el partido se fue al barro. La tensión entre Real Valladolid y Getafe CF iba en aumento, aunque esa intensidad no se tradujo en ocasiones, salvo un disparo desde la frontal de Enes Ünal que detuvo David Soria sin mucha dificultad. Más mérito tuvo el cancerbero cinco minutos después, cuando atajó magistralmente un derechazo seco de Keko Gontán. El partido se estaba rompiendo y en el minuto 63 terminó por estallar.

Un codazo de Mathías Olivera se saldaba con la segunda tarjeta amarilla para el lateral y su consiguiente expulsión. Y por si fuera poco, minutos después, el turco Enes Ünal empujaba al fondo de las mallas un balón suelto en el área, aunque el gol fue anulado por fuera de juego.Segundo aviso del otomano, hoy sí, resolutivo para los pucelanos. No obstante e independientemente de que el marcador reflejaba tablas, todos los acontecimientos apuntaban en una dirección: el 2-1 y una remontada gloriosa.

La redención de Enes Ünal

Un rechazo propiciado por un colosal Waldo Rubio golpeó en la mano de Djené y Munuera Montero señalaba penalti en el minuto 66, con el posterior consentimiento del VAR. Sin pensarlo, el delantero otomano, el mismo que había rondado el tanto en las últimas acciones, asumía la responsabilidad con decisión. Y llegó su redención con Zorrilla y su gente. Enes Ünal, con mucha clase y pocos nervios, puso el balón en la escuadra izquierda de David Soria y ponía, ahora sí, el 2-1 en el marcador.

El Real Valladolid, más vivo que nunca, lo tenía todo de cara para sumar tres puntos, igual que lo tuvo todo a placer para sentenciar. Una falta en contra del Pucela acabó con un claro contraataque para Nacho Martínez y Waldo Rubio cuya única oposición era David Soria, ya que los madrileños habían acudido al ataque con todo. El lateral, poco diestro a la hora de definir, no se atrevió a disparar por sí mismo y cedió al canterano para empujar a placer y hacer el 3-1, aunque en claro fuera de juego que no tardó en notificar el VAR. No iba a haber final tranquilo en Zorrilla.

El encuentro llegó a la recta final con una renta mínima para los de Sergio González, quien no tardó en mover ficha para apuntalar su plantel ante un rival en inferioridad numérica. Míchel Herrero y Joaquín Fernández ingresaron al terreno de juego en detrimento del héroe Enes Ünal y de Anuar Tuhami, lesionado. Diez minutos separaban a un Pucela muerto de una resurrección propia de la Semana Santa. Y, igual que en Butarque, cuando el partido languidecía llegó la crucifixión para los vallisoletanos.

Los de Sergio González se echaron atrás y, en el último minuto del partido, Óscar Plano cometió un inocente penalti sobre Hugo Duro que transformó Jorge Molina para crucificar a un Real Valladolid (2-2) que parece que aún no ha sufrido demasiada penitencia.