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Braulio, luces y sombras
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Braulio, luces y sombras

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Ángel Velasco B.

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En una de las múltiples presentaciones que ha hecho Braulio Vázquez desde su llegada al Nuevo Estadio José Zorrilla en 2014, consiguió realizar una afirmación que ha marcado su paso por el Real Valladolid. Ésta venía a decir que en el fútbol profesional no es cuestión de analizar si hay buenos o malos jugadores. Si han llegado a profesionales es porque tiene fútbol. Para él la cuestión principal es hablar de "buenos y malos rendimientos". En ese sentido todos podemos valorar lo bueno o lo malo que es un jugador. Rodri Ríos, por ejemplo, no es buen jugador en Valladolid pero es un gran delantero en Córdoba. Su rendimiento de blanquivioleta no fue alto. De blanquiverde, sí. Ahí está la diferencia.

 
Encontrar el mejor rendimiento al futbolista, posiblemente, no dependa de un Director Deportivo. Es cuestión de un entrenador. Un preparador que, seguramente, ha elegido ese propio Director Deportivo. Por ello, Braulio Vázquez es uno de los responsables del mal rendimiento de Rodri y de otros muchos jugadores que no han triunfado en Valladolid, pero que sí han conseguido éxitos tras salir de Pucela. Braulio se fijó en el delantero. Lo firmó, pero el jugador nunca fue lo que se esperaba. Así se puede asegurar que el rendimiento no fue bueno y el de Braulio, por lo tanto, tampoco.
Es un culpable secundario, pero un responsable al fin y al cabo. Tanto con Rodrí Ríos como con otros muchos jugadores en estos tres años. El más que posible futuro director deportivo del Atlético Osasuna ha remodelado el Real Valladolid. Tanto en el vestuario como en las oficinas. Si quiso formar su vestuario con sus fichajes, supo dar un giro a las oficinas. Profesionalizó el despacho anexo al de Carlos Suárez, como ya hiciera Roberto Olabe en su etapa blanquivioleta. Dotó de informes e información al Real Valladolid. Quiso crecer con el Pucela pero, como ya ocurriera con el vasco, a la hora de salir ha sido de los primeros. En el caso de Braulio, el segundo, solo por detrás de Domingo Catoira, su mano derecha

Inicio significativo

Hablar de la etapa de Braulio Vázquez en Valladolid es hacerlo desde la llegada de Joan Francesc Ferrer 'Rubi', como entrenador. Fue su primera gran decisión y ahí comenzó su etapa oficial aunque meses antes ya estaba trabajando en el club. Por ejemplo, el gallego estuvo en la dolorosa derrota (4-3) en el Estadio Benito Villamarín con la que el equipo de Juan Ignacio Martínez confirmó sin oficialidad que perdería la categoría. Ese inicio fue significativo. El Pucela tuvo en su mano la salvación pero no lo consiguió. De igual forma, en todo este tiempo, parece que Braulio no ha conseguido nada de lo que se ha propuesto. Ha formalizado muchos detalles. Incluso ha estado cerca de muchos objetivos pero todo se ha parecido a aquel duelo en Sevilla en el que estuvo presente en el palco.
Desde entonces, Braulio ha querido hacer su Pucela. Un equipo que luchara por volver a Primera. Un conjunto que tuviera identidad. Un Club que supiera hacer frente a todos los problemas. Quiso hacer un buen equipo. Soñó con formar un proyecto y llegó a renovar hasta 2019. Todo parecía estar encauzado por el duro camino que obliga un club como el Real Valladolid. Aquel en el que se debe mirar cada céntimo. Aquel en el que se tienen que cuadrar las cuentas en repetidas ocasiones. Se trabaja de forma incansable para no obtener rendimiento. Así, poco a poco, la ilusión iba cayendo.

El poder de una llamada

Disminuía una esperanza que Carlos Suárez potenciaba desde sus declaraciones. A nivel externo, el máximo accionista blanquivioleta siempre corroboraba al gallego. Quería seguir contando con él. Buscaba, con ahínco, renovarle el contrato y lo consiguió. Valladolid tenía un proyecto en el Nuevo Estadio José Zorrilla pero una llamada lo cambió todo. Una llamada desde Valencia y no desde Pamplona. Desde la salida de Domingo Catoira, el Real Valladolid perdía su referente.
Desde el pasado 23 de marzo, Braulio ya no parecía Braulio y buscaba salir de Valladolid. Necesita hacerlo. Quería cambiar de vida deportiva por las condiciones de la oferta llegadas desde el Estadio de El Sadar pero, también, porque sabía que el análisis que se hacía sobre él no era bueno y que su futuro, sin Catoira, sería cuesta arriba. Su realidad obligaba a un cambio. Una salida que los resultados parecían señalar pero que el rendimiento del director deportivo aún dejaba en el aire. Al contrario que un entrenador o un jugador, un puesto como éste deja un legado, un poso que el Real Valladolid podrá aprovechar.

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