El clásico aragonés, el retorno
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En mi primer desmarque les hablé del clásico aragonés, siempre dispuesto a torcer sus propias líneas cuando del deporte regional y del Real Zaragoza se tratase. No hay postura más aragonesa que pensar una cosa de tu equipo y cinco minutos la contraria sin perder la compostura. Y si querían otro ejemplo cercano ahí tienen a Culio.
Pocas cosas más aragonesas que ir a la presentación de un jugador del Zaragoza a insultarle gravemente. No vale esperar al primer partido, no. Hay que ir a dejarle las cosas claras antes. Unas declaraciones desafortunadas del jugador en cuestión, algunas horas de tiempo libre, mucha sangre cuatribarrada en la vena y a La Romareda a vociferar, que en el tranvía ahora se va en un santiamén. Y todo, para en cuestión de cinco minutos –una miaja en aragonés- el insultado y vilipendiado pase a ser el nuevo héroe del zaragocismo. Faltaría más.
A mí me da que lo visto con Culio es un botón de muestra magnífico del sentir zaragocista en este momento. Cabreo mayúsculo por una situación que no se debería producir (ni el fichaje ni estar en Segunda), pero también la nobleza de a nada que uno recibe dar el doble. O el triple. A Culio, que todo sea dicho demostró una verborrea hace meses y una nobleza ahora que perfectamente le podían haber dado parte de nacimiento en la MAZ, se le ve ya como el punto de partida del resurgir del equipo.
Yo, que soy el clásico aragonés, recuerdo a Culio de las eliminatorias del año pasado. O sea, son los únicos partidos que le vi jugar. Pero si tiene ahora el mismo pie de entonces y mantiene encendido el corazón, pobre del equipo contra el que nos juguemos el ascenso. Porque entonces yo también les cantaré a pecho partido que se vayan con el cul(i)o roto.