Ander: benditos pies, bendita cabeza
Recuerdo una conversación liviana con Ander, una tarde de encuentro casual en Zaragoza. “¡¿Qué vas a hacer ahora con Mourinho?! ¡Adiós al fútbol champán!”, le dije divertido. La pregunta encerraba la creencia (equivocada) de pensar que el juego virtuoso de Herrera iba a encontrarse en el entrenador portugués a un enemigo encarnizado. En ese momento, este cachondo empedernido nunca pensó que la respuesta que iba a recibir iba a ser también una lección. “Pedrito, jugaré a lo que me pida. Es el mejor del mundo. ¿Qué quieres, que me ponga tonto o qué?”.
Hoy, una final de Europa League ganada y un MVP colgado del cuello, Ander Herrera nos ha vuelto a demostrar a los creyentes y a los no creyentes que su máxima virtud nunca estuvo en los pies de bailarín, sino en un cabezón que además de ingenio esconde una extraordinaria capacidad de adaptación. El niño juguetón, el joven que llegó al Zaragoza con pinta de 10 y creció de 8 en el Athletic, se ha hecho mayor en Inglaterra de 5.
Varios pasos numéricos atrás que impulsan hacia el infinito su meteórica carrera. Adaptarse, ser más listo que nadie y trabajar más que nadie han traído a Ander hasta aquí. Fue un niño prodigio, un adolescente regateador y se ha hecho hombre entendiendo el juego desde la vertiente más complicada: dominarlo.
Ahora, claro, le quiere Valverde para el Barcelona. Es su ojito derecho. Pero cuidado porque en el Real Madrid hay otro de sus más fervientes admiradores: Víctor Fernández. Veremos qué pasa. Suceda lo que suceda, Ander se adaptará. Benditos sean sus pies, bendita sea su cabeza.
P.D. ¿En qué estará pensando Lopetegui?