Historias de la Euro: El lanzamiento de moneda que hizo campeona a Italia
En 1968, ante la ausencia de tandas de penaltis, Italia llegó a la final por un giro de la fortuna, una moneda que les sonrió a ellos y dio la espalda a la Unión Soviética
No fue hasta el 27 de junio de 1970 que la FIFA aprobó los lanzamientos de penaltis. Ahora parece irreal pensar que algo tan habitual como unos tiros desde los once metros no estuvieran instaurados en el imaginario futbolístico, pero durante mucho tiempo el deporte convivió sin ello, dejando historias tan rocambolescas como la ocurrida en el estadio San Paolo durante la Eurocopa de 1968.
Nunca la ausencia de una tanda fue tan significativa como en aquel torneo. La tercera Eurocopa de la historia, después de que la Unión Soviética ganara en 1960 y España en 1964, se iba a disputar en terreno transalpino. Ya contaban los italianos por entonces con dos Copas del Mundo, las famosas logradas al amparo de Vittorio Pozzo y las amenazas de Benito Mussolini. Los títulos de los italianos siempre estuvieron cargados de intrahistoria.
Les faltaba la gloria europea y qué mejor escenario que hacerlo en casa. Entonces la Euro se disputaba en un formato diferente y que cambiaba de una edición a otra, puesto que trataban de dar con la tecla de lo que mejor funcionaba. Se hizo una fase clasificatoria con ocho grupos, en los que los campeones accederían a los cuartos de final, lo que se conocería como la fase final del torneo. Hubo pocas sorpresas, más allá de la eliminación de la Portugal de Eusebio, e Inglaterra, la URSS, Hungría, Francia, Italia, Yugoslavia y Bulgaria se metieron en cuartos.
España poco pudo hacer. Se encontró con una Inglaterra en plenitud, aún con el halo del triunfo en el Mundial del 66 y despachó a los españoles en unas eliminatorias a ida y vuelta. Yugoslavia pasó por encima de Francia, la URSS remontó a Hungría e Italia sufrió para frenar a Hungría. Quedaron definidas las semifinales, que ya sí se jugarían a un partido. URSS-Italia y Yugoslavia-Inglaterra.
Ambas se jugaron el 5 de junio de 1968. Primero los italianos, en el imponente San Paolo, ante cerca de 70.000 espectadores. La Italia de Dino Zoff, Sandro Mazzola y Gianni Rivera no pudo derribar el muro soviético. Aguantó el marcador, incluso cuando Domenghini se encontró con el palo a escasos minutos para la prórroga. La calidad de Rivera se esfumó, puesto que se tuvo que marchar lesionado y en Nápoles se vivió un 0-0 con más tensión que otra cosa. Acabada la prórroga y sin penaltis, el procedimiento marcó que habría que lanzar una moneda al aire. Hasta ese momento nunca se había dado un empate en una fase final, pero no había tiempo suficiente para jugar un desempate antes de la final.
"Me junté con el capitán ruso y fuimos al vestuario, acompañados por dos directivos de las dos selecciones. El árbitro sacó una moneda dorada y yo elegí cruz. Y fue la decisión adecuada porque Italia se clasificó para la final. Subí corriendo las escaleras de un estadio todavía lleno. 70.000 aficionados esperaban el resultado. Con mis celebraciones se dieron cuenta de que podían festejar la victoria italiana", explicó a la UEFA Giacinto Facchetti, capitán de Italia.
Así accedió Italia a la gran final que se disputó tres días después y en la que pudieron con Yugoslavia, esta vez sin lanzamiento de moneda, solo con un partido de desempate. La primera y única Eurocopa de la historia de Italia. Una Eurocopa que se ganó en el campo, pero que se decidió cuando la moneda dorada cayó de cruz en el vestuario de San Paolo.