Di Matteo se autodespide
La Premier League es considerada un ejemplo en muchos países del mundo por el mimo que los clubes dan a sus entrenadores. Los casos de Wenger en el Arsenal o Fergusson en el United ejemplifican una realidad objetiva.
Eso de dar confianza indefinida a un manager no se estila en el resto de Europa y, obviamente, tienes sus ventajas y sus perjuicios.
Pero no es oro todo lo que brilla en la Premier. Y menos desde la llegada del magnate ruso, Roman Abramovich. Al dueño del Chelsea, una especia de Jesús Gil a lo moderno, no le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones y esta semana despidió al hombre que hizo a su club campeón de Europa por primera vez en su historia, justo la temporada pasada.
Lejos de lo que se pueda pensar, la historia del ruso con Di Matteo nunca fue amorosa. De hecho, barajó varios nombres antes que el suyo al ser contratado como técnico. Nunca fue su primera opción y siempre se notó.
El año pasado el título europeo fue como un bálsamo. Cierto es que Abramovich es un enamorado del estilo barça, que el Chelsea jugó un fútbol rácano, que eliminó a los de Guardiola exprimiendo el catenaccio, pero ganó lo que nadie había conseguido y eso le valió al italiano el amor eterno de parte de la grada de Stamford Bridge.
Llegó la nueva campaña y Abramovich le sirvió en bandeja el cambio de estilo: Óscar y Hazard para formar junto a Mata una línea de jugones que haga olvidar la racanería. Y Di Matteo lo intentó, pero ni a él ni al grueso del equipo le sale. Entre otras cosas, porque se vendió a Meireles, el único mediocentro creativo que tenía la plantilla.
Así que el inicio de esta temporada ha sido un continuo quiero pero no puedo. En la Champions, casi eliminado tras hacer el ridículo en el campo de la Juventus y, en liga, tercero y gracias. Era ponérselo demasiado fácil a Abramovich.
Hasta esta semana duró la paciencia y el tiro en el pie que pegó Di Matteo entre semana terminó derrumbándole.
Su puesto, primero ofrecido a Guardiola, ha sido para Rafa Benítez, otro ex campeón de Europa, recibido de mala manera por los hinchas, que no olvidan su pasado en el Liverpool. Una cosa está clara, por capacidad de trabajo, el español apaliza a Di Matteo.
Se puede decir que la relación entre Chelsea y Benítez tampoco empieza con un dulce enamoramiento, es más bien un matrimonio de conveniencia con fecha de caducidad (seis meses). Ni los ´blues´ pierden nada (dan Europa por perdida y perder la liga con United o City podría entenderse) ni el técnico tampoco (llevaba dos año sin encontrar un equipo importante y necesitaba volver al círculo).
Seguramente lo mejor de Benítez esté por llegar y, probablemente, lo peor ya haya pasado porque en sus primeras declaraciones dejó claro que “se volverá a ver al mejor Torres”. Demasiado riesgo para una entrada con el pie cambiado.
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