La insoportable infantilidad del Athletic
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CRÓNICA Errores demasiado caros
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Laporte: "Ganar el derbi es una obligación"
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Susaeta: "La Real llega con confianza, pero tenemos más necesidad"
La importancia de llamarse Ernesto. Qué duda cabe. De apellido, Valverde. ´Txingurri´ como apodo: dicen que se lo puso Clemente, no tanto por su cuerpo menudo como por su capacidad de subirse el equipo a las espaldas al modo de las hormigas, pequeñas pero de fuerza herculina ellas.
Algunos, a estas alturas de su trayectoria vital y deportiva, no se despegan de ese recurso periodístico obsesivo de recordarle que es cacereño de nacimiento, de Viandar de la Vera, allá donde la naturaleza se muestra exuberante para regocijo de los que, como el ciervo herido de José Martí, buscamos en el monte amparo.
En sus dos etapas de entrenador del Athletic Club ha dejado muestras, preciosas varias de ellas, de ser un técnico inteligente y de un refinado gusto por el futbol de alta escuela. Pero como del pasado no se vive, sino del presente, que de rabia se contagia después de derrotas sangrantes como la sufrida el miércoles ante un Real Madrid que, de la mano de Rafa Benítez, irrumpió rotundo en la lista de los peores equipos merengues que nos han visitado desde que la liga es liga; el pan, hostias de Marcelino García Toral; y el vino, amargo como la hiel.
El Barcelona tenía que ganar porque, después de su caída con todo el equipo en la Supercopa, el refrán le señalaba como victorioso por aquello de que a la tercera va la vencida. En Ipurua triunfó el Eibar porque algún día tenía que ser. Al ´Geta´ le ganamos porque a un equipo que baja los brazos resulta sencillo partirle la cara. En el Madrigal, más allá de los rotativos descansos y el pan como hostias que repartieron los monaguillos de Marcelino, el Athletic hincó la rodilla porque Clos Gómez le dañó en lo profundo al decirle que el submarino amarillo de los Beatles le molaba más que la Gabarra de Kepa Junquera. Y en esas, en lo negro de la noche de un insípido día entre semana, llegó el Real Madrid. “No hay quinto malo”, pero resultó que sí. Malísimo.
Analizar el partido desde un punto de vista táctico-técnico-estratégico-físico, es decir, desde lo que debería decantar la suerte del encuentro para bien o para mal, sería, para mi gusto y criterio, abrir la boca y estirar la lengua para que el párroco de la Catedral me diera a comulgar… ¡ruedas de molino! Y por ahí no paso. No trago. Con la intención de no hablar en vano. De no gastar más saliva digital que la que la circunstancia requiere, revisé en ´youtube´ los dos goles del Real Madrid, lo único que me interesaba. Quería saber si mi indignación estaba bien fundada. Y a fe que lo estaba.
Con el cero a cero en el marcador y un partido disputado a la baja, a Iraizoz no se le ocurre otra cosa que golpear en corto un saque de portería en vez de hacerlo en largo evitando la tentación del peligro y buscando incidir en el área madridista con el poderoso juego aéreo de Aduriz y Raúl García. No sé si Gorka vestía orejeras en vez de virtual visera de portero de época. No sé si vio que el balcón de su área, así como a izquierda y derecha la fachada de su casita a guardar, estaba más lleno que balconadas y ventanas de la Estafeta en lo más intenso de un encierro en in de semana.
Podría, y debería, haber sacado en largo. Pero algo le dijo que no lo hiciera: acaso la voz de Bielsa desde su fracaso de Bucarest. “Sanjo, toma, controla y juégala, que no eres Mikel, sino Javi Martínez, o Iturraspe incrustado entre los centrales”. Y San José, de espaldas al juego, movido por el instinto de una persona que no quiere quemarse con la patata ardiente que le ha sido dada, se la devuelve, y no seré yo el que diga que no lo hizo con buen criterio, que no le asistía la razón.
Entonces sucedió lo inevitable una vez que la madre se llama a andanas a la hora de proteger al hijo que abandonado ha dejado a la puerta de una iglesia y con las dos manos empuñando caramelos. Cuando la pelota acaba de salir de la bota de Iraizoz, parten en carrera dos hienas blancas hacia la pieza que, en definitiva, es el esférico. Cuando le llega a San José y en su pie derecho se produce el llamado efecto ´rebote´, Benzema, hijo del hambre, le disputa a su oponente el pan y la sal. Balón dividido. Choque de trenes.
El Athletic está desnudo porque ni siquiera tiene el cuero con el que vestirse. Lo tiene el francés, que en silencio musita las gracias del regalo y marca para su equipo, como tenía que ser. ¿Fallo de San José?... No… Pueril comportamiento de un guardameta esclavo del síndrome de Peter Pan. Las manos a la cabeza. Más de cuarenta mil, que ya son cabezas. El fútbol es un juego, pero no de niños, eso es cosa de la Diputación. En la segunda mitad, o acto de esta parafernalia teatrera, Laporte, heredero de un instinto en el que aún habita su creencia de tener patente de corso, invade navío ajeno, destroza su velamen y, con su pata de pirata bueno, arma la de San Quintín para que Sabin Merino, respondiendo a un mensaje rotundo de Susaeta, marque un gol de pañuelos. Lo más difícil estaba hecho. Ahora quedaba lo sencillo. No para el Athletic, sino para el Real Madrid. Sin contraataque que mediara. Tratando de incidir en una defensa estática, el cuadro blanco triangula. Parecía una pose.
Una aproximación del todo ingenua al área de un oponente que se había dejado las entrañas y el intelecto para igualar un partido desequilibrado por el modo pueril de entender el fútbol de un portero muy experimentado. Son tres lados. Equilátero. Isósceles. Escaleno. El triángulo está hecho. Qué importancia tiene la longitud de los lados. Ninguna, en este caso. Importa que la figura se cerró, y en ella, el Athletic atrapado.
Cautivo. Heleno en el laberinto de Creta que es San Mamés, pobre cuitado, Dédado, el arquitecto que lo ha ideado, inmortaliza con su cámara (Valverde ama el arte de la fotografía), horrorizado, ese momento mitológico que no es sino la clara explicación metafórica de una verdad que clama al cielo, Balenziaga, dónde estás, por qué has dejado a tu equipo diezmado, indefenso, presto a ser devorado por un Minotauro que sigue vivo gracias al destroce, el degüello, la comilona y la ligera digestión de un león que, a pesar de su longevidad, habita la edad de la inocencia, para desesperación de aquellos que como fiero lo siguen pintando previo a toda refriega.
Qué hermoso pasar por la existencia con alma de niño. Qué privilegio. Si no fuera porque, en esto del fútbol de alta escuela, “jaula es la Liga, de palomas blancas… y ávidos cazadores”. Por Luis María Pérez, 'Kuitxi, Periodista y ex-futbolista Viernes, 25 de septiembre de 2015 Casa de los sueños. La Florida. Portugalete.
El Athletic desde que está el extremeño no juega más que a balonazo, juego directo, correr más detrás del balón, en vez de tenerlo. Lo goles no viene por querer sacra el balón jugado, sino por el único argumento del extremeño de estrategia, balón prado etc. Ahora vuelven a señalar al Athletic como única virtud el juego aéreo , es decir jugar al pelotazo, como si no tuviesen calidad sus jugadores para jugar al fútbol.El único culpable de los malos resultados y el mal juego es el de viandar de la vera.Su ciclo en el Athletic debe terminar y no tener entrenadores como él o el utrerano y su clasificación amigos.