La renovación de Gaizka Garitano, que no por esperada deja de ser importante, garantiza al Athletic Club la continuidad de su último reconstructor, el técnico que lo alejó del borde del precipicio al que se asomaba en diciembre de 2018 en LaLiga Santander y le situó de nuevo en su hábitat natural, el de la pelea por billetes europeos y protagonismo en las competiciones de Copa.
La que se hizo pública este domingo es la segunda renovación de Garitano (09-07-1975) con el Athletic y la segunda por una sola temporada. Cuando, a la vista de los servicios prestados, ambas partes podrían animarse a una relación más larga a la que pocos se atreverían a poner un pero.
Aunque, probablemente, sea el propio técnico de Derio el que no esté dispuesto a lanzarse a una aventura que en el caso de los entrenadores suele tener un final no deseado. Ya que, si las cosas van bien, la continuidad es casi obligada; y si van mal, la ruptura suele ser abrupta.
Una decisión así, además, encaja con el perfil austero y poco dado a las alharacas de Gaizka, un entrenador más de un tiempo pasado que de este, viralizado hasta el extremo por unas redes sociales a las que, no obstante, parece inmune.
De hecho, ni ha comparecido durante todo el parón por la pandemia de COVID-19 y seguro que le gustaría despachar en una solo una intervención, la del martes con motivo de su renovación, tanto su valoración del acuerdo como sus sensaciones de cara a la inminente vuelta a la competición.
Aunque ya ha adelantado que el objetivo es claro: enjugar los cinco puntos de desventaja respecto al séptimo clasificado, ahora el Valencia, y "tratar de entrar en Europa".
Es decir, a lo que siempre debe aspirar el Athletic y de lo que estaba más alejado cuando lo cogió tras la decimocuarta jornada del curso 2018-2019. Entonces, el Bilbao futbolístico vivía aterrado con su equipo descolgado en la tabla, en puestos de descenso y a cuatro puntos de las salvación ya con el primer tercio liguero consumido.
Garitano no solo lo salvó, sino que lo hizo rápido, muy rápido, y hasta con tiempo de ilusionarse con Europa. De hecho, hasta tuvo opciones reales de meterse en posiciones de Liga de Campeones antes de que en el último minuto del último partido de la temporada se le escapase por entre los dedos una Liga Europa que pareció llegar a tener agarrada.
Iñigo Martínez remató al larguero un balón que, de entrar en la meta del Sevilla en el Sánchez Pizjuán, le hubiese dado al Athletic un billete europeo impensable cuando Garitano cogió el equipo en medio del pánico.
Su segundo año también está siendo exitoso, aunque una racha de diez partidos sin ganar y cuatro derrotas consecutivas amenazó su idílica trayectoria en el equipo de su corazón y avivó unas críticas a su manera de entender el fútbol que también tiene.
Pero a Gaizka le ha ido bien con un bloque pétreo en el que se antepone el trabajo defensivo y la solidaridad por encima de otras cuestiones y la entrega hasta el último aliento es obligada.
Así, ha llevado a su equipo a una final de Copa de milagro en milagro. Hasta cuatro ha vivido el equipo bilbaíno para poder estar en un partido ante la Real Sociedad que será la próxima temporada para que pueda jugarse con público en las gradas.
Los dos primeros en Elche y Tenerife, donde superó a penaltis a los equipos locales; más adelante ante el Barcelona, al que derribó en el descuento en San Mamés; y finalmente en Granada, donde respondió a la remontada nazarí cuando parecía ya eliminado.
Un hito esa clasificación para la final de Copa. Para el Athletic, pero sobre todo para Garitano. Que, exjugador también de la Real, vivirá desde el banquillo el partido que quizás más le ilusión le hace.
Se lo asegura -en principio- esta segunda ampliación de contrato. Una renovación con la que el Athletic, por su parte, amarra a su último reconstructor. El hombre que hace solo año y medio le evitó el abismo.