Este es, también, el Athletic de Garitano

Los Cármenes: "El Athletic repite viejas fechorías". Ipurua: "Balón maltratado, goles maravillosos". Cádiz CF en San Mamés: "El 'Athletic de Garitano' me da frío". Mendizorrotza: "Impotente, vulnerable, ¡pobre Athletic!"... Y he aquí que, tras una espera angustiosa de dos semanas, el Athletic Club, como el que quiere ser perdonado, se libera de su culpa a base del 'juego bonito' adornado por 'el gol'.

No parecía ni el momento ni el rival. Había caído 'de todo' desde el cielo de Bilbao. Y llegaba el Levante UD, señoras y señores. Como si al mismísimo diablo se tuviera que enfrentar el 'Athletic de Garitano'. Un equipo maltratado por sí mismo. En el que nadie creía excepto Gaizka y sus 'allegados'.

Futbolistas no dispuestos a poner la otra mejilla. A 'bofetadas' en las 'redes'. Basta ya de broncas virtuales. Tocaba hablar en el campo. ¡Y el Athletic alzó la voz! "Y si no me escuchas", le decía a su gente, "grito". Y tras el respetuoso minuto de silencio, un rugido constante de león, garras que se posan en la mesa y la golpean.

El Athletic, este que se medía al llamado cuadro 'granota', ni sombra del que 'de cuatro' en San Mamés, otras tantas derrotas había acumulado. Registro histórico. Al que había que poner freno. La vida de un entrenador. Y el futuro de este "caso único en mundo" que de perder...

De eso, nada. Algo tiene. Quizás, alma. Joaquín Caparrós lo dijo: "Este equipo tiene alma". Había que sacarla. El alma. Y algo más. Mucho más. Vivir en LaLiga Santander, "vivir en Primera siempre" es lo que Javier Clemente decía que en verdad le importaba a su admirado y tan querido  'Piru' Gainza. Lo único que importa cuando el 'león' empieza a verle las 'orejas' al 'lobo'.

Vivir siendo más fuerte que todo dolor y todo sufrimiento. Jugar siéndolo sobre un césped fétido. Sobreponerse a tanta adversidad. Ser capaces de hilar fino. Hasta conseguir secuencias próximas a eso que se dio en llamar 'fútbol de seda'. Habrá quien opine que el que escribe exagera. Que se conchabó con Garitano a cambio de alguna prebenda.

La de merecer su crédito. Su admiración. He ahí al cronista recién caído del caballo con el que se dirigía a esa ciudad en la que escribir el enésimo titular de una batalla horrorosamente perdida. Su luz. La luz de Garitano. Y de repente, comprender. Que todo era locura.

Que un central, como Yeray, un medio centro, como Unai López, y una pieza ofensiva, como Muniain, cuando se asocian, son capaces de penetrar en el área como inspirados por la magia y la sapiencia del 'Loco' Marcelo Bielsa. Que lo de Williams, como el técnico de Derio repetía, era cuestión de tiempo. Dárselo. Hasta alcanzar el poderío físico que lo asemeja al Usain Bolt jamaicano. Iñaki ha vuelto.

Ha regresado. Para romperle los tímpanos a los rivales por aquello de la velocidad del sonido... y luego más. Para marcar con sosiego luego de recibir el pase de la muerte de un ciclón llamado Jon Morcillo. Para errar, también, cómo no, en ese mano a mano que se le resiste a pesar de tanto consejo recibido por parte de su "abuelito" Aritz Aduriz.

La perfección no existe. Ya. Pero es que ser perfecto no se le pide a este Athletic. Tan sólo que trence. Que luche en las disputas como si fuera la última vez.

Que, como antes se estrellaba contra el balcón de la media luna, ahora le de por creer, por pensar, por inventar. El fútbol es un juego a base de movimientos infinitos. Cada partido, media docena de ellos, no más. Defender la casa del padre: en eso consiste el resto.

Berenguer bajó una estrella. Williams la dignificó. Los saltos de 'Rulo' y ese magistral  remate de cabeza que la cruceta escupió. Un Muniain inconformista. El trote alegre de Capa. Balenziaga, que vino para servir, y saber aguantar tanto insulto, tanta mofa. Y todo ello, como si Garitano ya lo supiera. Que, luego de la "fechoría", del "maltrato", del "frío", de la "impotencia" y la "vulnerabilidad", llegarían "días como este".

Cuando brilla el sol. Cuando "nadie te traiciona con el viejo beso de Judas". Cuando "todo está en su sitio". Cuando de lo fétido de un terreno de juego, como el de San Mamés, el 'Athletic de Garitano' es capaz, lo ha sido, de sacar la "dulzura" de un fútbol como en desuso y los "colores" de dos goles tan añorados: ¡ese "goteo" de vicio por el que Garitano daría lo que fuera!

¿Para tanto como esto dio el Athletic-Levante?

Pero es que, entiéndanme. Si un día en este bendito medio se dijo, "Este es el Athletic de Garitano, no se engañen", cómo no servirse del mismo rasero cuando, mediando metamorfosis kafkiana, de quimera a león la criatura, este equipo que nos tiene locos se arrepiente.

Y pide perdón. De manera tan sincera que no queda otra que regalarle a Garitano 'material' a repartir en la caseta. Entre los suyos. Palabras que enriquecen. Así al que 34 años tiene como al que aún no ha ingresado en el 'Club de los veinte'.

"De lo fétido del césped, la dulzura del fútbol y los colores del gol". Porque 'éste', ¡también éste!, es el 'Athletic de Garitano'. Asentarlo es su labor. La de un entrenador cuyos leones, cuando regresen a la Catedral, correrán [uno espera que alegres] sobre una 'sabana' igual pero distinta. Fétido césped retirado para el abono.