La zurda inteligente de Jon Morcillo
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¿Es posible describir el sopor? ¿Merece la pena esforzarse en la descripción de minutos y minutos de tiempo perdido? ¿Escribir? ¡Claro! ¡El Athletic Club está por medio! En tiempos en los que todo lo que existe se va resumiendo hacia la nada, estamos obligados a soplar para que 'esta llama nuestra' no se apague; para que siga siendo milagro; "caso único en el mundo", que diría el prestigioso rotativo deportivo L'Equipe.
Qué decir, sin embargo. Qué señalar sin que nadie se dé por aludido. Cabe que este Athletic sin su gente no sea nada. Razonan los técnicos de los equipos que nos visitan. Concluyen con facilidad que los leones no lo son tanto. Nos atacan como si la fiereza hubiera cambiado de bando. Nos quitan el balón sin necesidad de una seria disputa. Era el Huesca de Michel. Con el descaro del Rayo Vallecano cuyo estilo heredó de Paco Jemez.
Con tanto como lo suyo taponó cualquier intento de avance. El juego era una continua repetición de acciones sin sentido. El partido. El tiempo. Eso era lo peor: que el tiempo pasaba. Y nada ocurría que no fuera tedio que inducía al cansancio de los ojos. Miradas perdidas. Hastío. Indiferencia. Pero había que ganar. La vida nos iba en ello.
Ganar. Pero, cómo. Cómo vencer si el empate a cero goles parecía la repetición de un partido ya jugado. El tiempo pasaba. El Athletic se iba poniendo viejo. Cansado. Agotado. Extenuado. Pagaba, quizás, el esfuerzo brutal de Valdebebas. Ese que se vio obligado a desplegar al verse tan pronto con diez por el capricho infantil de Raúl García. Un Athletic sin velocidad. Sin ritmo. Extenuado. Caminaba hacia la nada. Algo extraño debería suceder para que el 'punto de la federación' fuera alterado.
Fue, extrañamente, el Huesca el que empezó a allanar la senda del Athletic...
Quién habría de pensar que el rodillazo brutal de Siovas en la parte superior del glúteo de Villalibre sería el inicio de la 'teoría del todo'. Sin el 'Bufalo' en la pradera, a Gaizka no le quedó otra que rescatar de su cruel olvido a Kenan Kodro. Minutos de la riqueza. El Athletic se empezó a soltar cuando a Jon Morcillo le dio por jugar 'como le daba la gana'. Por la derecha. A pierna cambiada. Gambeteando. De eso se trataba. Comportarse como un 'caradura'. Cinco minutos para el final. La vida es eterna en cinco minutos. Se dijo un día. Y por qué no, el fútbol...
Buscó en el otro lado a Berenguer. Elevó el navarro su pierna derecha en pared. Toque sutil con el interior. Pase magistral que Kodro ya intuía. A solas el donostiarra con el portero. Control con el pecho. Agarrado y aún así. El balón se le fue arriba. Penalti de libro que el árbitro acertó a leer con sus gafas de ver de cerca. Kodro. Maltratado por su entrenador y sin embargo. Se disponía a marcar. Y con ello, salvar la cabeza de su 'carcelero'. Preso era en la tribuna de San Mamés y esas otras de los campos de Primera. Bienvenido al 'Club de la Providencia'. En el día de su advenimiento. "Kodro desencadenado".
Cuando la eternidad se condensa en cinco minutos. Como en regresión. Millones de años sin luz. En el inicio. Cuando de la nada surgió una cosa redonda. Del tamaño de un balón de fútbol. Así era todo en un San Mamés sin vida. Cuando todo explotó. La pelota contra la red dese el círculo de cal. Un magistral saque de esquina.
El testarazo de Nuñez humillando la cabeza como en gesto de reverencia. Se hizo la luz. La existencia cobraba sentido. De la insulsa y eterna nada... hasta el fogonazo de otra eternidad más corta de un Athletic victorioso. Todo era caótico. Tinieblas en la Catedral. Y cuando todo parecía perdido, surgió. Milagro. Porque milagrosa es, y fue. La 'zurda inteligente de Jon Morcillo'.
Garitano vete ya alkorta no pintas nada elizegi iluso