Si nos confiamos somos muy malos
Nunca he tenido ningún problema en reconocer que, después del Athletic Club, mi segundo equipo siempre ha sido Osasuna (sin artículo, por favor). Son diversas y justificadas las razones que me han llevado a sentir desde crío un cariño especial por la escuadra rojilla, principalmente porque mi ama es navarra, tengo grandes amigos seguidores del club pamplonés con los que mantengo animadas discusiones sobre fútbol y cantera.
Y, además porque, por cuestiones del azar, la primera vez que asistí en mi vida en vivo a un partido oficial del Athletic fue en El Sadar, adonde acudí en excursión familiar con mis tíos y primos una tarde de septiembre como cierre de las vacaciones estivales en Tierra Estella. Aquel 5 de septiembre de 1982 la cosa acabó en empate a dos, con goles de Dani y Sarabia, en una temporada en la que acabamos ganado LaLiga después de 27 años de sequía.
Otra de las cosas que me gusta del club rojillo, aunque más bien habría que decir de su decibélica afición, son dos slogans que están siempre muy presentes en su pasión por el equipo y que comparto en su totalidad
El primero de ellos proviene del histórico entrenador Pedro Mari Zabalza, quien en su día acuñó una frase que pasó a la historia y en la que afirmaba que “si nos confiamos somos muy malos”. El otro, es un grito de guerra cuyo origen no conozco con exactitud pero que dice que “Osasuna nunca se rinde”.
Precisamente mi gran amigo Rafa Aguilera conduce semanalmente en Radio Euskadi una tertulia futbolística que lleva por nombre “Si nos confiamos”, y mi admiradísimo César Oroz publicó hace unos años un libro que recogía las mejores tiras publicadas entre 2013 y 2015 en el Diario de Navarra, y que tenían al club navarro como protagonista, con el título de esa célebre llamada contra el desaliento.
Nota: (Aprovecho aquí en ElDesmarque Bizkaia para agradecerle, como no podía ser de otra manera, que me haya cedido gentilmente las dos tiras que ilustran este artículo).
Son dos frases que, además de atesorar unas dosis tremendas de realismo, bien podían aplicarse no sólo al CA Osasuna sino a la gran mayoría o a la totalidad de los equipos de fútbol del planeta. El exceso de confianza y la rendición son dos de los diversos males que pueden truncar con las aspiraciones de cualquier escuadra sobre un terreno de juego y que creo que este año hemos podido apreciar en la irregular trayectoria de nuestro Athletic.
Dos defectos que se han hecho patentes en diversos momentos de la temporada en las que el equipo, que ha sido capaz de dar la talla y mostrar su mejor imagen ante los equipos de la parte alta de la clasificación, no ha alcanzado a ofrecer las dosis suficientes de esa capacidad de concentración y de capacidad para dar el máximo de sí en los momentos claves en los que se esperaba mucho más de los hombres de Marcelino.
Especialmente, en este tramo final del campeonato en el que todo se le había puesto muy a favor y en el que la respuesta han sido petardadas, como la derrota ante el Celta de Vigo, la incapacidad durante muchas fases en San Mamés ante el Valencia CF o el infumable espectáculo del último choque en Granada.
Por cierto, del encuentro en tierras nazaríes me quedo con las imágenes de televisión de los últimos minutos del choque en las que se enfocaba a Marcelino y sus ayudantes, cuyos rostros eran todo un poema. No tengo demasiado claro si la cosa fue un exceso de confianza, pero resulta incomprensible la falta de tensión ante lo mucho que había en juego para los leones.
Quedan sólo seis puntos por dilucidar y no hay que ser excesivamente pesimista para llegar a la conclusión de que las opciones de alcanzar una clasificación para disputar una competición europea están parejas a las posibilidades que tiene Paraguay de ganar el festival de Eurovisión, pero si queremos que esta campaña no vuelva a quedarse en el sueño de los justos, es decir, en ese lugar donde algo se estanca para no avanzar, habrá que proponer sobre el terreno ante los de Arrasate mucho más que lo último que hemos visto y cuyos resultados han sido tremendamente decepcionantes.
En definitiva, sólo pido una cosa a nuestro Athletic de cara a los dos cruciales encuentros que nos restan en esta temporada plagada de altibajos: que hagamos nuestros esos lemas del vecino y rival del domingo y, ni nos confiemos, ni nos rindamos. Quizás así podremos alcanzar una meta que, a día de hoy, y siento decirlo, me parece bastante lejana y puede que hasta excesiva recompensa para los méritos contraídos.
