"Que el Athletic juegue bien", dicen. No, yo lo que quiero es que el Athletic gane
Le doy inicio a esta 'contra crónica' sin haber entendido cómo el Athletic Club puso salir ganador de la pugna de Mestalla. No hablo de méritos, que si fueron contraídos por los leones, sino de ese ambiente fétido que contaminaba un lance para beneficio del Valencia CF. Con Gattuso en el recuerdo, 'Voro', una vez más, era el encargado de manejar una patata que había sido calentada con el clavo ardiendo al que se agarra la afición 'che'.
Los dedos quemados de las manos como sacrificio para evitar la palabra descenso que en Mestalla está flotando en el aire, como a la espera. Qué lejos aquellos días de gloria en los que el Valencia de Claramunt, Paquito y la zurda argentina de Oscar Rubén 'Valdez' Ferrero vapuleaba al Athletic en noche de domingo de Pascua previo al lúdico lunes de Cornites.
El Valencia tiene miedo de sí mismo. Su ánimo, desolado. Cosas que tiene vender su alma a Peter Lim, un diablo que habita el inframundo del exótico y lejano Singapur. "Este equipo tiene alma", solía repetir Joaquín Caparros en su exitosa etapa en la "Ciudad Deportiva" de Lezama.
Sin alma, el Valencia es un equipo primitivo, de juego alimentado por sus más bajos instintos.
Animal herido que se agazapa en campo propio y en él permanece al acecho cual criatura monstruosa nacida de la terrible mente de Lovecraft. Un descuido del rival, un exceso de confianza, un riesgo que no se debe correr. Robo y, de seguido, salida en estampida hacia la portería de Unai Simón. Ya sea con tres elementos, con dos, e incluso con uno.
Se trata de dañar al rival sin descuidar la retaguardia. Nada el equipo de Voro como si le persiguiera un tiburón; su ropa, guardada. Mientras, el Athletic, desbordado, haciendo aguas en todas las líneas, asume sin rechistar un gol que se venía cantando hasta que el área grande de los de Valverde se convirtió en el 'patio del recreo' de los alumnos de Voro.
El tanto del Valencia coincidió con la llegada al graderío de una afición que permanecía fuera del estadio hasta el momento acordado.
Más gritos contra Peter Lim que cánticos de ánimo para los suyos por parte de una grada que sigue añorando a Marcelino García Toral y la Copa del Rey que le dio el asturiano a este Club 'tan extraño'. El Athletic, por su parte, capeando la tempestad a la espera de la calma. Fue Nico Williams, yo me lo guiso, yo me lo como, el que mandó a parar la lluvia con la escampada de su gol. El partido, sin embargo, no le daría tregua a ninguno de los dos contendientes. Batalla campal.
Lucha de guerrillas por parte de los de Voro; aguante, pausa y creación de manos de la tropa de Valverde. Nadie dijo que sería fácil. Nadie, que en Mestalla no se habría de batallar contra los 'elementos'. Un campo que se volvía siniestro, fuegos fatuos creando una atmósfera de cementerio, de 'camposanto'. A mi mente venían, y mis ojos veían, párrafos de terror escritos en 'Dagon', una de las perlas de Howard Philips Lovecraft.
"Que el Athletic juegue bien", se decía a mi lado". No, yo lo que quiero es que el Athletic gane, los medios empleados no me importan.
El Valencia, incansable, le exigía al Athletic en todo momento y espacio. Fue entonces cuando un miedo angustioso se apoderó de mí. "No sé por qué, mis sueños fueron extravagantes esa noche; pero antes de que la luna menguante, fantásticamente gibosa, hubiese subido por el este de la llanura, me desperté cubierto de un sudor frío, decidido a no dormir más".
Y no volví a apartar la vista del televisor en el que, del mar que nos separaba, en la otra orilla, el Athletic se batía el cobre contra un equipos he había retrocedido en el tiempo hasta alcanzar la era del 'Protofutbol. Luego de tanto sufrir, cuando la "clarividencia de Muniain en el balcón del área" le dijo, "Tómala, Iñaki", y el mayor de los Williams le asistió a Sancet con el pase de la muerte para que Oihan se apuntara su octavo gol, el sufrimiento, incansable, regresó para recordarme que me encontraba ante un Valencia sin alma, por habérsela vendido al diablo de Singapur, fiera herida a la que le movía su instinto salvaje.
Regresó el sufrimiento. Y "en mi terror se mezclaban extraños recuerdos del Paraíso perdido, y la espantosa ascensión de Satanás a través de remotas regiones de tinieblas". Cuando desperté, me dijeron que el Athletic había resultado ganador frente a un equipo sin alma por habérsela vendido a un 'Diablo' de Singapur.
• Por Kuitxi Pérez, periodista y exfutbolista
Pues yo no. Yo quiero que juegue a fútbol y que gane. Lo que pasa es que Valverde no esperes que te sorprenda, resultón, sin más. Ni ilusión, ni fútbol, no engancha