Por qué calla el Athletic ante los atropellos arbitrales

Tras la vejatoria goleada ante el Villarreal, se me reprochaba que dijera que, tras tanta derrota y decepciones, "cada vez me duelen menos las bofetadas que recibe el Athletic", al que le presto la camiseta para que juegue en mi nombre. Vino de visita el Celta a la Catedral y los leones solventaron el trámite sin mayores apuros. Y cuando llega la última hora de la verdad de la Liga, duelo nocturno en El Sadar, humillados los leones por un árbitro partidista y un VAR prevaricador, porque se inhibe a la hora de juzgar los delitos cometidos en el área de Osasuna, el silencio, silencio absoluto, callan los que se escandalizaban por mi desidia al borde del mar, aquí, en Portugalete.

Confunden el dolor con la rabia. El fracaso ajeno con su naufragio vital. Luego del escándalo arbitral, ni una sola palabra; sus boquitas, cerradas. Es tal su desencanto, que aluden  a la "escasa calidad de la plantilla", a "este equipo no da más de sí", "son más malos que la carne del pescuezo", sin olvidar a los disidentes que, como acostumbran de un tiempo a esta parte, creen que el Athletic esta capacitado para asaltar Europa, pero les superan esas ganas locas de "partir cuanto antes hacía Ibiza", esa especie de Itaca a la que llegar en busca de Penélope tras la 'Odisea' de la Liga. Polifemo, Circe. De dioses y reyes plagado el camino.

Enfermo. Debilitado. Mermado Athletic ante un 'Osasuna' que goza de buena 'salud'. Así y todo, la ordenada, metódica e intensa propuesta de Arrasate ni cosquillas le hacía a un Athletic que, por medio de Iñaki Williams, pudo y debió adelantarse en el marcador. Dos, tres llegadas de manual adaptadas a la endiablada velocidad del 'nueve' del equipo. Para entonces, Muñiz Fernández ya había dado muestras de su incapacidad y partidismo. Un balón que ansiaba rebasar la línea de gol fue frenado en seco  por la mano decisiva de un defensor 'rojillo'. Nada. Muñiz le quitó hierro al asunto y Medié se llamó a andanas. Hubo otra. Una segunda opción de Iñaki que pasó de puntillas, sin hacer ruido. Enfilaba a Aitor con un defensa detrás, lo agarraba, ora de la cintura, ora de la camiseta, y hasta llegó a sujetarlo por los hombros. Podría Williams haberse dejado caer. Es tal su honradez, sin embargo, que optó por, trastabillado, culminar su ataque con un disparo escaso de ángulo de tiro.

En una primera parte frenética, el Athletic, con trabajo pero sin apuros, había conseguido apagar los fuegos artificiales que Osasuna le regalaba a su gente. Sucedió entonces, recién salidos de la caseta, que Agirrezabala le hizo un feo a su entrenador manoteando a la escuadra un cabezazo inocentón. Por delante Osasuna, el escenario pintaba mal. Y no ya por el 'ruido' de un Osasuna crecido e insistente, sino por el señor Muñiz, árbitro empeñado en 'escribir torcido' sobre las 'líneas rectas' del reglamento. Iñaki Williams. Por tercera vez humillado el ariete vasco.
En esta ocasión, fue lo nudoso del dorso de mano de un defensa lo que contactó con su rostro. Un manotazo. Un puñetazo a medias que Iñaki acusó desconcertado. Dentro del área aconteció esta agresión que Muñiz pareció no ver, y que Medié, con su vara de medir las imágenes del VAR, entendió que era gesto cariñoso y no golpe merecedor de penalti, tarjeta roja, expulsión.

Que Osasuna anotara el segundo a raíz de una falta inexistente era minucia en un partido en el que Iñaki Williams sería víctima de la cuarta falta merecedora de que el balón se posara sobre el círculo de cal de los once metros. Sujetado de manera férrea. El balón, a la espera de nadie porque al 'nueve' no se le daba opción de conquistarlo. Ni Muñiz ni Medié. Ni desde el verde ni desde la sala VOR de Las Rozas. ¿Le debía algo la Liga a Osasuna? ¿A quién le importa más el Athletic: al que denuncia el atropello o al que calla de seguido a menospreciar al mismo equipo que sometió en San Mamés a la europea Real Sociedad? Mientras Valverde enmudecía en sala de prensa, Iñaki Williams se preguntaba: "¿Qué he hecho yo para no merecer la defensa de mi gente? Y luego dicen que 'su gol' es 'caro'.

• Por Kuitxi Pérez, periodista y exfutbolista