Racismo en el fútbol, mala educación y una ciudadanía enferma
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Triste episodio para Nico e Iñaki Williams
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Sin sanciones es imposible detener esa lacra
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El Atlético espera la identidad del aficionado que insultó a Nico para tomar medidas
Ya. Ya pasó todo. Salvos y sanos regresaron a Bilbao los athleticzales que no pudieron desplazarse al Metropolitano debido a que el club del señor Cerezo tuvo a bien no enviar entradas a Ibaigane. No fueron, no, y esa fue la causa de que regresaran sin daños aparentes al Botxo y sus aledaños. Inmenso favor el del club colchonero sabiendo cómo se las gastan en el Foro del Atlético cuando es un club vasco, como el Athletic Club, el que se desplaza para medirse al segundo equipo de la capital de 'esa cosa', como dijo en su día el bueno de Markel Susaeta.
Visto lo visto, y oído lo escuchado, mejor no haber tentado a la suerte de la moneda al aire: "si sale cara, la vida; si cruz sale, la muerte", frase incluida en un poema de Mario Ángel Marrodán, el poeta universal de la Noble Villa jarrillera. Las caras que no resultaron rotas; la cruz que tuvo que cargar Nico Williams por el mero hecho de ser un ser humano, un hombre, completamente hombre. Pasaje humillante que da miedo, sobre el que más tarde se hablará.
Si París sí valía una misa para aquel rey descreído, Madrid no la valía para aquel que tiene el corazón aleonado. Se trataba de que todo quedara en casa. Los tres puntos, para el local, que alarga el 'colchón' [ero] en el que acabaría durmiendo hasta los seis puntos. Que con su pan se lo coman. El que se repartió en la ceremonia. Un rito entre fieles calientes que me dejan frío el corazón y el cuerpo temblando de miedo. Misa para parroquianos de un solo credo.
Sin disidencia. Celebrado por un sacerdote laico vestido enteramente de negro, o sea, todo él del pelo al pie de garra y diente, el hombre inquietante, en fin, ante el que retroceden mis ojos cuando la pantalla lo capta porque, no lo puedo evitar, todo mi ser es puro temblor. 12 temporadas ya desde que el 'cura' llegara para 'curar las 'pupas'. Diego Pablo Simeone. El que a sus negras entrañas corriendo huye cuando la contienda llega a su fin. Menos tras este partido, obligado a acudir al festín de las palabras baratas.
Analizando los gritos que hubo desde la grada de los ultras del Atlético hay momentos donde se insultó al asesinado Aitor Zabaleta. La Policía tiene a un seguidor localizado
En cuanto a la disputa en si, digamos que el Athletic se dejó llevar por el ritmo que le marcaba su oponente. Inferior siempre, o superior en todo el Atlético de Madrid, el equipo de un Club al que le iba la vida en el envite, el cuarto puesto de una Champions League que le reporta ese dinero que llaman "amor para vivir". Como quiso y cuando quiso. Porque enfrente no encontró oponente. Y si rival de azul Bilbao su camiseta, en este Athletic no halló oposición. Porque el once que alineó Valverde fue 'de circunstancias'.
Malherido de salida en el sistema y sus ocupantes. Vivían, central puro y duro, en el carril derecho de la zaga, un tren que no avanzaba, varado, "próxima estación, ninguna". Lekue, un cuerpo que se retuerce en una banda izquierda que no es la suya. A partir de ahí, con seis hombres a la espera, tan solo dos centrocampistas haciéndose cargo del funcionamiento del equipo. Tarea de titanes. Quimérica.
Un par de leones disputándole el peso del partido, la dirección y creación del juego a dos laterales 'largos', tres centrocampistas puros y un Griezmann que aporta su figura hasta sumar seis elementos que se dedican al noble arte de cargarse a la espalda el peso del equipo y sus circunstancias. Su rival, su enemigo, un ariete, dos delanteros pegados a las bandas, un media punta y pare usted de contar...
En el centro, donde reside la virtud, una pareja bailando al ritmo de una música que se les hacía extraña, no la entienden, dos contra cinco, su juego no vale nada si al final por 'el abuso' se decide la jornada. Ruiz de Galarreta, 'Galaxy,' lucha estelar en la que aporta su nombre, y firma por su compañero de 'cordada' que no pudo llegar a tiempo a la cita. Beñat Prados. Pasa el tiempo, me voy haciendo viejo, y hasta temo que, cuando me llegue la hora, no haya sido capaz de entender el papel, el rol, la aportación, la dirección, el fútbol que suma este futbolista a un equipo con tan solo dos centrocampistas.
No asume, no regatea, no reparte, no se asocia, no rompe líneas ni filtra balones con una intuición de la que carece, Tal vez si Valverde apostara de una vez colocándolo en un lateral derecho que le vendría cono anillo al dedo. No va más en cuanto al juego del Athletic y su derrota; en lo relativo a la superioridad del Atlético y esa victoria que, a falta de quince puntos, les pone en bandeja un puesto de Champions que creen suyo.
Y ahora sí. Vamos a ello. Salva y sana una afición que, "es como preguntar cerezas al cerezo", se libró de todo mal debido a una ausencia sanadora, la expedición del Athletic regresó a Lezama con el pecho herido por cientos de aficionados del 'entrenador inquietante', de un estadio que me da miedo. "La Policía identifica al autor de los insultos racistas a Nico Williams".
Oh, que gran labor la de los cuerpos de seguridad del "país vecino", como le gusta decir a un gran amigo. Han tenido que pasar siglos para que las "cámaras de seguridad" de un estadio de fútbol encuentren la refranera "aguja del pajar". Nico Williams acude al banderín de córner. Grada Fondo Sur.
Los "sonidos" del ruido. Un amplio "sector", nostálgicos del 'Ku Klux Klan', su voz miserable choca contra la noble piel de un león que Luis de Fuente alista cuando 'esa cosa' entra en juego y lo necesita.
Y he aquí que lo peor no es el insulto ruin de 'seres menores', sino que un Club como el Atlético de Madrid pretenderá que el mundo del futbol comulgue, todo el, con ruedas de molino. Se detiene el juego. Juan Martínez Munuera lleva a cabo el trabajo por el que le pagan. "Cesen las actitudes". Le pide el árbitro al delegado de campo. Por megafonía, como con desgana. "Cesen insultos y ofensas".
El público, decenas, cientos, acaso miles, pitan, abuchean, no están de acuerdo, "Dónde está el mal de hacerle entender a un mono que mono es". Y para que a Nico Williams no le queden dudas, cada vez que entra en contacto con el balón, el Metropolitano es un clamor apaciguado de pitos, abucheos y gritos varios. La víctima convertida en culpable.
La 'ejemplar afición' del "Aleti" no perdona al que acaba de oficiar de "chivato". No fue uno: cientos, si no miles, fueron. El 'Cívitas', sin embargo, tras el hallazgo de la aguja del pajar, tiene todos los visos para ser premiado con el Nobel de la Física, la Literatura y la Paz.
• Por Kuitxi Pérez García, periodista y exfutbolista