Iker Muniain, de Dios con Marcelino a paria en la tierra de Valverde

Con antelación suficiente como para tener un encuentro que no se produjo en un lugar que los mapas más detallistas no recogen, Quique Sánchez Flores y Ernesto Valverde mantuvieron un diálogo que, por inexistente, no se llevó a cabo en la tarde de Iker Muniain. Se trataba de no dar pábulo a la prensa sensacionalista que, por otra parte, estaba demasiado ocupada como para prestarle atención a un reunión que no venía a cuento. Quique y Ernesto se vieron en la previa, sí, pero fue en sueños.

Y como nadie podría haberles culpado por ensoñaciones en las que hubieran escrito el guion del partido en San Mamés, aquí paz, para estos dos técnicos de buena voluntad, y gloria para el Athletic Club que se aseguraba la quinta plaza luego de haber padecido una sola derrota en su feudo, una Catedral que de los tres puntos fue expoliada en el estreno de la liga por un Real Madrid que presentaba su candidatura al título de LaLiga.

Sin preparar, preparado. Sin diseñar, diseñado. Hágase mi voluntad, imploraba Valverde a sí mismo. Una voluntad que, tras esa reunión que no consta, pusieron ambos entrenadores en las manos del que en las alturas hilvana. Y resultó que todo salió de cine. En la tarde de su despedida en San Mamés, 'Txingurri', en un alarde de 'extrema generosidad', le ofreció a 'Rulo' un puesto de ariete en el once; y otro, "joya con corona", a Iker Muniain, en la media punta, escoltado por los hermanos Williams.

Deteriorada la casa por tanto tute como se le había dado, Valverde decidió tirarla por la ventana sabiendo que dos meses serían suficientes para el reparo y la remodelación. Sobre el '15', resultado de un 'pacto entre técnicos' que no se había firmado, al Athletic le dio el 'cuarto de hora'...

Desatándose de unas cadenas con las que nadie le había atado, De Marcos, Iñaki; Iñaki, De Marcos, lateral, éste, el de Laguardia, que, habiendo apurado sin excederse, colocó en el corazón del área uno de esos balones que al 'Zorro' Aduriz lo encantaban. A huevo. Vicio. Puro derroche que 'Rulo', marcando los tiempos, cabecea a la red a fin de que San Mamés no olvide nunca que "Erase una vez", o que "Hubo una vez" un futbolista estrechamente relacionado con los testarazos letales.

Así se van los hombres que llegaron para marcar una época: con la cabeza bien alta. Y si él tenía decidido el dónde, el cuándo y el cómo, la Catedral guardó un corto silencio para asistir a la 'multiplicación de los pases y los goles'.

Williams Jr. Nacido para pasar por la vida sin dejar huella, porque, más que correr, vuela. Siempre hay tiempo para atrapar el balón antes de que supere la línea de banda. Siempre, para buscar la línea de fondo y recorrerla. Siempre, por fin, la enésima asistencia, para cargar el área con la pelota en esa 'zona de influencia' que sólo intuyen los futbolistas dotados de "clarividencia". Con el exterior de su bota derecha fue el pase.

Con el empeine total de su derecha la ejecución de Muniain, con saña culminada su cita con el gol. Cuando al Athletic se le pasó 'el cuarto de hora', la parroquia lo agradeció del mismo modo que se bendice la calma después de la tempestad. Esa tempestad, esa calma, que Quique y Ernesto habían pactado en un encuentro que nunca se produjo.

Cuando en el 63' el 'Comandante Ernesto' mandó a parar a Iker Muniain para siempre en el Athletic, sentí una rabia que había tenido contenida desde que 'Txingurri' aterrizara por tercera vez en su "Club de referencia". Disfrutaba con Marcelino García Toral, el 'orador de Careñes', que lo elevó a las alturas [del balcón del área]para enriquecer al equipo con su "clarividencia". Las elecciones se cargaron al asturiano, y, de paso, a Iker Muniain, que fue a parar al contenedor, cual basura, cartón, vidrio o aceite denigrado. De serlo todo a no ser nada.

Un futbolista de 29 años había perdido la vida a manos de los 'hijos del rock and roll'. De estrella brillante a planeta ciego. Cómo es posible. Cómo entenderlo. Estaba en el cenit y de repente se desplomó. Su apogeo futbolístico vivía el 'pony de la Txantrea'.

Valverde lo abofeteó las veces necesarias para que sobre él se apilaran los gloriosos cuerpos de Nico Williams, Iñaki, Oihan Sancet, Alex Berenguer. Ernesto Valverde empezó a cargarse el patrimonio de la plantilla hasta que lo consiguió. Gota malaya. Lenta estrangulación.

Iker Muniain. Quién es. Dónde está. Treinta y un años.

Una edad obscena para forzarlo a tomar la decisión de marcharse de "mi querido Athletic". Una temporada más se le ofrecía, Para qué: carne de banquillo. Si nunca segundas temporadas habían sido buenas, a la tercera, la puntilla...

Como para estar orgulloso, verdad, Ernesto. Pasa a tu lado y le das el abrazo del oso, "Sí, fui yo el que consiguió echar Muniain del Athletic". Ya era hora Iker, tanto tiempo jugando de prestado hasta, finalmente, permitirte que fueras tú el que tomará la decisión. Seguía yo, o sea, entre la espada y la pared. Mañanas de trote en Lezama. Tardes tristes, la mirada perdida, sentado en el banquillo que mereces.

Porque, quiero que lo sepas, lento, torpe, ciego, como un fantasma te mueves , y si se te distinguía, no era si no por ese brazalete zuria, gorria, ikurriña, capitán, Oh, mi capitán, manejando el timón de un barco fantasma. Los que te vemos con otros ojos distintos a los de Valverde hace mucho tiempo ya que fundamos un 'Partido de sueños' en el que Txingurri no tiene cabida por su tendencia al insomnio.

Y sin embargo, siempre me quedará la duda que esconden las verdades verdaderas. Fuera ya el hombre de su puesto, tengo la sensación de que mi inteligencia ha sido insultada... Como si hubiera algo más, detrás, al otro lado, más allá de este telón con el que se intentan tapar las cosas que no tienen mucho sentido, o que ningún sentido tienen.

Con ese no entender me quedo y me voy. Y como me apetece despacharme a gusto, permítanme que les cuente lo que en los labios de Iker Muniain me habría gustado leer en ese momento en el que Valverde abrazaba al futbolista con un entusiasmo que no sentía. Que Iker Muniain, en palabras del genial poeta lusitano Mario Sa-Carneiro, se despache a gusto con la ironía del amigo de Fernando Pessoa...

"Cuando yo muera toquen en latas / descoyúntense con gritos y piruetas/ hagan restallar los los látigos en el aire/ llamen a payasos y acróbatas/ Carguen mi ataúd sobre un burro / enjaezado a la andaluza: a un muerto nada se le niega/ y solo quiero ir en burro".

• Por Kuitxi Pérez García, periodista y exfutbolista