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Caso Nico Williams: El andar por casa en calzoncillos
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Caso Nico Williams: El andar por casa en calzoncillos

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Iñigo García Ureta
La sonrisa de Nico Williams, de vuelta en Lezama (Foto: Athletic Club).
La sonrisa de Nico Williams, de vuelta en Lezama (Foto: Athletic Club).

Con independencia de lo que nos haya deparado el destino, del asunto Nico Williams pueden extraerse algunas lecciones interesantes. La primera es que, como siempre, aquí ha habido dos planos diferenciados: los clubes, Athletic Club y FC Barcelona, y los seguidores (y la prensa afín). La postura de ambos clubes ha quedado reflejada en la actitud y declaraciones de Jon Uriarte y Joan Laporta, donde uno ha mantenido silencio hasta que ha encontrado necesario defender a la entidad de injerencias poco elegantes y el otro se ha obstinado por confundir esperanza con experiencia. Y donde uno se ha llevado el gato al agua y el otro no.

La segunda cuestión, que tiene que ver con los seguidores en sus distintos grados de exposición mediática, pasa por asumir que, si hiciéramos una encuesta y la gente dijera la verdad, afloraría que muchos de nosotros andamos por casa en calzoncillos. Que de puertas adentro la gente se pasee como le viene en gana es lícito, lo alucinante es que pocos hayan recordado que en el mejor de los casos las redes respetan nuestra intimidad tanto como una colonoscopia.

El extremo Nico Williams ya se machaca en Lezama junto a sus compañeros de equipo (Foto: Athletic Club).
El extremo Nico Williams ya se machaca en Lezama junto a sus compañeros de equipo (Foto: Athletic Club).

Un apunte: al aludir a la ropa interior no pretendo poner a nadie de vuelta y media, sino aportar una imagen a mi juicio mas útil que la de perder el tren u otras igual de manidas con las que nos han bombardeado durante semanas. Es una forma de hablar: si hace un par de siglos decíamos que el emperador estaba desnudo hoy afirmamos que el experto anda en gayumbos, porque es lo que es. Y les guste o no, lo hacemos con la conciencia de que en ningún caso hablar con un montón de tipos en calzoncillos nos obliga a perder las formas.

Además, no es fácil hablar de la afición culé. He visto partidos del Barça en un pueblo de Lleida de 800 habitantes, todos reunidos en el cine local, y me he sentido como en casa. Y he bostezado mil veces en Barcelona, donde todos, todos, tienen al menos un familiar directivo del club, o eso parece. Los hinchas culés no son un grupo homogéneo, y eso nos fuerza a generalizar.

Dicho esto, no creo ser el único que sospecha que el barcelonista suele observarnos con cierta perplejidad no exenta de condescendencia.

Selfie del jugador del Athletic Club Nico Williams, en un hotel de concentración de los leones.
Selfie del jugador del Athletic Club Nico Williams, en un hotel de concentración de los leones.

Como si ellos, mediterráneos, estuvieran al tanto de algo que nosotros, cantábricos, desconocemos. Como si los athleticzales fuéramos una raza exótica, muy loable, sí, pero pasada de moda o poco práctica. Como escribir con estilográfica.

Tampoco es fácil definir esta postura en una tierra, Catalunya, con querencia por las tautologías ("La pela es la pela") y los sobreentendidos ("El Barça es más que un club"). Tal vez por eso, durante años no supe verbalizar esta sensación, pero un día me encontré con una entrevista en La Vanguardia a Javier Mariscal donde el padre de Cobi confesaba lo siguiente:

"Todos mis profesores eran vascos. Te acojonaban. Decían: ‘Tenéis sangre de horchata, ¡a comer!’. Les parecíamos como muy mariquitas. Nuestra tendencia es, a tu mejor amigo, apuñalarlo por la espalda. En cambio, un vasco, si es amigo, lo es para toda la vida. Son de verdad, muy primitivos. Nosotros somos muy sofisticados, reivindicamos la mentira, ser tramposos; nunca es blanco o negro".

Nico Williams escucha, con Adu Ares, a su hermano Iñaki en Lezama (Foto: Athletic Club).
Nico Williams escucha, con Adu Ares, a su hermano Iñaki en Lezama (Foto: Athletic Club).

Si somos capaces de pasar por alto el uso peyorativo del adjetivo "primitivos" y la mención a los "mariquitas" (palabra que en Bilbao lucimos con orgullo en nuestro himno alternativo) lo que queda explica en parte la situación actual: parece que, en su sofisticada y pragmática visión del mundo, no les entra en la cabeza que la primitiva gente del Athletic Club se enorgullece del hecho de que ya estaba aquí antes que ellos y que seguirá aquí cuando se cansen de apuñalarse los unos a los otros.

Incido en que todo esto es una generalización. Porque en las redes ha habido también incontables hinchas culés que han hecho gala de la mayor sensatez.

Y porque mi amistad futbolística más famosa era culé y siempre que pienso en ese club me viene a la mente. Se llamaba Ana María Moix. Aunque jamás jugó en el FC Barcelona, en 2009 el New York Times la incluyó en un dream team de escritores futboleros, junto con Vladimir Nabokov, Albert Camus y otros pesos pesados de la literatura. Ana pensaba que el fútbol hace aflorar «las fuerzas irracionales que llevamos dentro».

A la izquierda, Nico Williams; a la derecha, Joan Laporta.
A la izquierda, Nico Williams; a la derecha, Joan Laporta.

En aquella época ambos trabajábamos en la misma editorial, en Barcelona. Eran tiempos de Guardiola y Ana —que jamás dijo una palabra sobre aparecer en el Times— a veces me invitaba a ver jugar a su equipo contra el mío «en un terreno neutral». Es decir, en casa de un amigo suyo, para más señas psiquiatra. Al parecer, eso nos permitiría sofocar cualquier arrebato producido por «las fuerzas irracionales que llevamos dentro» sin mayores contratiempos.

De modo que abríamos una coca cola y ella se liaba uno de sus cigarrillos con tabaco de pipa cuyo aroma la perseguía como apremia la sombra al caballo que trota. Rara vez decíamos nada, porque no hacía falta. Aquel Barça era una apisonadora y en el descanso yo siempre hacía el mismo chiste: «Que no gane el mejor». No era así: al terminar el encuentro Ana me miraba entre pudorosa y apesadumbrada, por el varapalo que solíamos recibir los athleticzales. En el fútbol se pierde con frecuencia, pero ella sabía que incluso cuando se gana no conviene perder las formas.

El brinco de Nico Williams San Mamés (Foto: Athletic club).
El brinco de Nico Williams San Mamés (Foto: Athletic club).

Ana murió en 2014. Yo ya no vivía en Barcelona. Fui a presentar mis respetos al tanatorio y me alegré de que éste estuviera justo frente al Camp Nou. Ha pasado una década de aquello y lamento su ausencia, porque su conversación era un terreno neutral, y porque ahora ya no priman siquiera las fuerzas irracionales. No, ahora impera la catetada mayúscula y el Camp Nou, que tiene de 'nou' lo que yo de lozano, sigue de reformas. Tiempo al tiempo.

. Por Iñigo García Ureta, Gestor de Contenidos

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  1. Antzoka

    Muy buen artículo. Rara avis. Felicidades.

  2. Raúl Mardones

    Buen artículo enhorabuena

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