Oihan Sancet & Nico Williams: magia bajo la luz de la luna en San Mamés

Que un 'mal' Rayo te parta, y uno 'bueno' sea incapaz de aguar la fiesta que San Mamés tenía preparada para festejar el gol 5.000. "Athletic Club, demasiada historia para rendirse". 127 años. En el primer partido de LALIGA, Bergaretxe abrió la cuenta en Atotxa. Iriondo firmó el número 1.000 en San Mamés, frente al Real Valladolid. Latorre se fue a Pucela para alcanzar el 2.000 en un barullo provocado por el lanzamiento de una falta botada por Zorriketa, uno de mis más preciados cromos del álbum de LALIGA.

Quién no se acuerda del tercer milenio [3.000] al que le dio inicio Rocky Lizeranzu con un testarazo de equipo campeón. El 4.000, como sin pena ni gloria, de Santi Ezquerro en La Romareda. 19 años habría que esperar para que el mago Oihan Sancet se sacara del guante de su pie derecho un golpeo prodigioso que dejaba en el aire la promesa de inaugurar el quinto milenio a la vuelta de la esquina. Sancet.

Oihan Sancet. Si lo suyo no fue milagro, que del mitológico cielo baje un dios inexistente y lo vea.

Fue en el último entrenamiento cuando Iñaki Williams, como capitán, le preguntó a Valverde en presencia de la plantilla: ¿Cómo habremos de afrontar el partido del domingo ante el Rayo? Ernesto, escueto, le contesto: "Nadar y guardar la ropa".

El 'hermano mayor' de la 'cofradía de los Leones' no llegó a comprender el contenido de la metáfora, del refrán, de la frase hecha. Tuvieron que ser las cámaras de DAZN, invadiendo el templo sagrado del vestuario, las que le abrieran los ojos al capitán destinado a guiar la próxima Gabarra a la que nos subiremos si el Athletic se empeña en hacer las cosas tan bien.

🍿 El show de Nico Williams 🎬

Un golazo para hacer rugir a San Mamés.

⚡️ ¡Vamos a por más, @willliamsssnico!#AthleticRayo #AthleticClub 🦁 pic.twitter.com/dysbbJ0vhp

— Athletic Club (@AthleticClub) April 15, 2025

"Nadar y guardar la ropa". Ah, exclamó Iñaki, o sea que se trataba de que los compañeros en la reserva saltaran al verde de inicio; y de que el 'quinteto de la muerte', capitaneado por mí, permaneciera a la espera. "Nadar y nadar", arengó Txingurri a su gente de inicio.

"No se trata de llegar a la orilla de la playa, sino de que el equipo no se ahogue". Sentados junto a las taquillas, guardando su ropa, los que habrían de saltar por las ventanas para quitarle al Rayo la victoria que pretendía.

Nadó el Athletic. Nadaba. Su estilo, irreconocible, pero salvando las olas que los de Íñigo Pérez levantaban con más esfuerzo que oficio, más ganas que talento. Los leones, poco amigos del agua, aguantaban el desafío. Y de no haber sido por el penalti cometido por Vivian, parado por Simón y remachado por Pathe Ciss, el partido se habría ido al descanso con el 'empate de la Federación'.

En los vestuarios, Íñigo Pérez, preparado para la avalancha que le esperaba; Txingurri, por su parte, indicándole a Aspiazu el momento de la apertura de las tres ventanas; y quiénes habrían de saltar por ellas para que el aire fresco corriera y el paisaje de San Mamés, decaído por la desventaja, se agilizara hasta convertirse en el país de las maravillas. Cuando el 'hombre que fotografiaba a los leones' entendió que había llegado la hora, las ventanas fueron abriéndose.

Por la primera saltaron Sannadi y Sancet. Por la segunda, Galaxy e Iñaki Williams. Por la tercera, o sea, la de la vencida, Nicolás Williams, destinado a marcar el gol que volteara el marcador. Fue a resultas de un saque de esquina de aquellos que el genial Jose Mari Mujika bautizara con el apelativo de "gilicorner".

No estaban por entonces Nicolás Williams, ni el "Ruiz" de Bielsa. Galaxy asumió el pase en corto. Y cuando el gentío agrupado en el área esperaba el envío del 'jefe creativo' al meollo del barullo, se la devolvió a Nicolás con la delicadeza de Jon Rahm para embocar desde una decena de metros.

Nico, que desde que Valverde se lo sugirió ha adquirido hábito, se sirvió del empeine interior de su izquierda para que Batalla, escuadra larga, sintiera un profundo dolor en su hombro, desencajado, y otro agudo, punzante, en su clavícula fisurada. Sintomatología que no le había impedido volar en su intento de atajar un golpeo magistral de Sancet desde el punto de penalti.

El que tiene magia no necesita trucos. Oihan y su tercer gol que cuadraba las cuentas en el quinto milenio. Favorecido por el desbroce de la selva de su compañero Sannadi, se vio solo, pero muy lejos de la portería en la que Batalla se había activado desde que se empezó a sentir un portero perdedor. Cualquier jugador habría conducido hasta que llegara la hora de tomar decisiones.

Pero el navarro euskaldun no es un jugador cualquiera. Llamado para la gloria. Para marcar una época sellada con su firma. Confieso que nunca he sido de individualidades. El equipo, por encima del jugador, así como jugador del Portu en La Florida como cuando mi hermano mayor me llevó a San Mamés, con ocho años, para que supiera del conteo desde Iribar hasta Txetxu Rojo, pasando por el comandante Fidel.

Con Sancet estábamos, sin embargo. Tenía metros, pero le sobraban los grandes espacios. Su chut, prodigioso, rozando la perfección, salvó la vida de las moscas atrapadas en la telaraña asesina. Mientras el balón volaba, Oihan musitaba: "Ahí la tienes, Batalla, toma la pelota, que yo no la quiero".

Cuando el balón ya era "bakalao" de la 'Popu' enredado en la red, me hice cargo de que Oihan Sancet avanza decidido hacia ese 'Olimpo' en el que, según el mensaje que me envió mi compañero 'Mattioli' [Jaime Ugarte], "Fidel Uriarte era el mejor". Fdo. Jose Ángel Iribar".

No hay problema, Jaime, en la Uni aprendimos que hasta tres [Goyo, Lolo y Kuitxi] podrían convertirse en uno a los ojos de Jose Iragorri, 'Hoss', el del 'Ultimo Desmarque', el que "derecho se fue a la gloria con el pecho [de amor] atravesado.

Athletic: munduan, bakarra!

• Por Kuitxi Pérez García, periodista y exfutbolista