Cholo, ¿qué hacemos con Lemar?
Ilusión no faltaba. Thomas Lemar aterrizó en el Metropolitano el pasado verano con un cartel de peso: el fichaje más caro de la historia del Atlético de Madrid. Un traspaso que superaba los 70 millones de euros y muchas esperanzas puestas en un jugador que llegó convenciendo a Simeone. Y a Simeone se le convence a base de trabajo, cómo no: acortó sus vacaciones tras ser campeón del mundo y se ganó el puesto en la Supercopa de Europa, donde ya fue titular. Con lo difícil que es entrar en las alineaciones del Cholo...
En cambio, ahora parece que lo complicado para Lemar es salir de esos onces titulares. Y motivos no le faltan al técnico argentino para dejarle en el banquillo y dar la alternativa a otros como Vitolo o sobre todo Correa, que una vez más ejerció de revulsivo en Montilivi. Porque Lemar volvió a cuajar un partido de más a menos, con destellos en la primera mitad y apagón contundente en la segunda, donde apenas se le vio en pantalla.
Una vez más, Lemar fue titular en detrimento de Correa. El francés empezó muy activo el partido, con el juego del Atlético volcado por su banda. Se asociaba con Griezmann, Saúl y Rodrigo, aunque no terminaba de ser determinante. Participaba en el juego, pero no avanzaba, no conseguía hacer nada distinto y no encontraba los huecos en la defensa gerundense. Una primera mitad más de apariencia que de efectividad.
Eso en los primeros 45', porque la segunda mitad fue terrible. Llegó un momento en la que sorpresa era verle en televisión. No hizo nada, nada. Ni una sola acción que se recuerde en la que creara un mínimo de peligro o en la que al menos se asociara en ataque. Por el otro lado, Correa había saltado al campo generando solo cosas positivas: desborde, rebeldía y coraje. De las botas del argentino salió el gol del empate, ayudando en defensa para robar un balón que luego se convirtió en una asistencia de lujo de Diego Costa. Incluso Gelson Martins generó más que el francés, con dos claros mano a mano que el portugués no fue capaz de definir.
Y mientras, Lemar se perdía en Montilivi, en una banda izquierda inexistente de la que nunca se volvió a saber nada en la segunda mitad. Y aún así, completó los 90 minutos de un partido casi fantasma.