El reloj biológico del Atlético de Madrid
Suena la música, sigue el baile, el público anima y el 'Cholo' no deja de celebrar. Nada cambia y todo sigue igual en el Wanda Metropolitano: una victoria cuando se aburría hasta el de megafonía, un portero que no se cansa de parar y un delantero, sin demasiado brillo, empeñado en ser el '9' de todo un país. El disfrute, la crítica y el resultado se mantiene. Y lo único que cambia en el Atlético de Madrid es el reloj.
El dichoso método establecido llevará al que escribe y lee a retrasar una hora el reloj esta misma noche. Cosas del azar, el destino o la tradición. Que es sagrada en el Metropolitano.
Diego Costa necesita un minuto para chocar y Oblak necesita otro para sacarse un paradón; Simeone se levanta cada 60'' para pedir apoyo y Morata, que está que se sale, apenas algunos segundos más para mandar un mensaje al seleccionador: aquí está el chico que enamoró a Turín. (Y encima, Lemar sigue negado). El reloj cambia, los jugadores también, pero las tradiciones son las tradiciones.
El Atlético de Madrid se llevó al bolsillo tres importantísimos puntos este sábado en un encuentro que no fue demasiado atractivo, pero sí necesario. Tras el empate ante el Valencia y las dudas acumuladas durante el encuentro ante el Leverkusen, los pitos a Koke y el run-run sobre Simeone, el gol era la mejor medicina.
Simeone apostó por Correa para agitar a su equipo -otra de las costumbres en el lado rojiblanco en Madrid- y el argentino, como de costumbre, respondió como mejor sabe: brillantez y torpeza a partes iguales, jugadas mágicas para asistir y errores de bulto inexplicables. Así es Correa, así ha sido siempre.
Las cosas seguirán así en el Metropolitano. Diga lo que diga el reloj. Parafraseando a un compañero, "a las tres serán las dos, Oblak seguirá siendo el mejor portero del mundo y el Atleti seguirá siendo el Atleti".