Pablo Barrios lidera el reencuentro del Atleti
Hasta el minuto 56, recién reintegrada la igualdad numérica por un despropósito de dos amarillas de Mario Hermoso tras la expulsión al borde del descanso de Verdú, el Atlético de Madrid no se sintió cerca de la victoria contra el Elche, obtenida en ese momento por un cabezazo de Joao Félix y sentenciada con una acción individual de Morata para aliviar a Diego Simeone y al equipo rojiblanco, de nuevo en el podio de la clasificación.
Mientras apura, presumiblemente, sus últimos días en el Atlético, mientras aguarda alguna oferta que todavía no ha llegado al club para poner punto y final al desencuentro que sostiene desde hace meses con Simeone, mientras espera nuevo destino, ya sea para siempre o como cedido, suyo fue el gol que dio un respiro a su conjunto y a su entrenador.
El pase se lo regaló Griezmann. Cuando ambos se encuentran, el equipo fluye de otra forma bien diferente. También cuando entra en juego Pablo Barrios, la esperanza surgida de la cantera, cuando la necesidad acecha al Atlético, que culminó su triunfo en el minuto 74 con una desbordante acción de Morata, que dejó por los suelos a Bigas, regateó a Clerc y tuvo la fortuna de que su remate rebotó en Mascarell para alojarse en la portería de Edgar Badía.
El Atlético de Madrid, triunfo por mejorar
Dos goles. Y mucho por mejorar. Porque, más allá del ruido de fondo, de la división de opiniones que despierta cada vez que los ultras corean a Simeone (meses después, soñaron de nuevos los cánticos al técnico en el Metropolitano) y de la duda que desprende todo en torneo al Atlético del cada vez menos incuestionable entrenador, el equipo repite problemas, aunque gane como lo hizo este jueves frente al Elche, que sigue último, sin un solo triunfo después de quince jornadas, con 4 puntos de 51 posibles. A ocho de salvarse.
No le basta con proponérselo. Ni siquiera con la actitud. Ni con la intensidad. No tiene ni el fútbol ni el desborde ni transmite la firmeza de otros tiempos. El porqué admite muchas variables, en el banquillo y sobre el terreno; colectivas, sin reencontrarse a sí mismo, sin la claridad de saber qué es lo que quiere y cómo lograrlo, pero también individuales.
Es una cuestión de equipo, pero también de jugadores. Sus mecanismos ya no funcionan con la soltura de otro tiempo, ni en ataque ni en defensa, quizá no transmite tanto o no ha logrado reinventarse como tantas otras veces lo hizo en el pasado Simeone, porque los rivales lo tienen estudiado al detalle. Pero hay varios futbolistas fuera de su nivel. Es visible.
Ni Giménez se parece al que fue. Ni Savic es el rotundo central del campeón de LaLiga Santander. Tampoco Marcos Llorente el recurso infinito que fue en 2020-21. Ni Carrasco, que desde hace meses conduce el balón hacia la irrelevancia. No es ninguna solución, más un perjuicio, Mario Hermoso, en evidencia también ante el Elche. Ni tampoco lo es Kondogbia, que es un futbolista más para la contención que para la creación, donde el Atlético se queda en poco.
La transición, tan crucial en el fútbol, es una secuencia tan lenta como improvisada del Atlético, que sólo siente la liberación cuando aparece Griezmann (y su pelo rosa) entre líneas; cuando conecta Joao Félix, más titular que nunca desde septiembre cuando se avecina su salida; cuando el interesante Pablo Barrios asume el balón o cuando Morata traza un desmarque que provoca agitación, aunque sus dos remates no vieran portería, aunque sea tan esporádico todo que no vale más que para creer en algo imperceptible.
Entre todas esas limitaciones se mueve hoy por hoy el Atlético, al que le costó un mundo superar en el primer tiempo al Elche. Tanto que ni siquiera lo hizo, empatado a nada en el marcador, sin una sola parada de mención de Edgar Badía, quien, aparte de las dos citadas acciones de Morata, también observó cómo se iba fuera un tiro de Joao Félix, activo, inconstante, en la duda de si es porque el equipo no lo encuentra o porque él aún no luce.
La expulsión de Verdú, el central de referencia de la línea de cinco del Elche, hoy otro jeroglífico durante la primera parte para el Atlético, fue un alivio para el equipo rojiblanco al borde del descanso. Discutida, discutible, quizá incluso hasta rigurosa, la roja al defensa fue a instancias del VAR, primero, y después de la visión en el monitor a pie de campo de Cuadra Fernández, por un agarrón fuera del área a Morata cuando pretendía ir hacia la portería.
Al Atlético también le falta gol, por momentos. No tiene la eficacia de otro tiempo. Lo delató la mejor acción del partido hasta entonces, allá por el minuto 49, cuando Pablo Barrios, el juvenil de 19 años que jugaba por primera vez en el Metropolitano, vio el pase que pocos ven, al espacio para Joao Félix, para su dejada atrás de primeras y el remate a las nubes de Griezmann. En la vorágine que causa cada resultado negativo en el Atlético, no puede permitirse eso.
Ni tampoco el despropósito de Hermoso. El enésimo. No es ya una casualidad. Ni un accidente. En el minuto 50, vio la primera amarilla en un contragolpe del Elche. En el 53, la segunda, por un balón que había perdido él mismo en campo contrario y al que se abalanzó desde el suelo. Se marchó con gesto de incredulidad. Ni siquiera eso basta como excusa.
Cuando el Elche se reafirmaba con la igualdad numérica, aún sin daño en su portería, superviviente en el once contra diez, recibió el 1-0, en una acción de Llorente por la banda derecha, cuyo centro no alcanzó a rematarlo de verdad Griezmann. Aún le dio tiempo a rectificar, a reponer el balón en juego para el remate cómodo, a placer, de Joao Félix. A las puertas de su salida, sus goles parecen hoy por hoy indispensables para el Atlético.
También sus chispazos, como la carrera que finalizó con un derechazo repelido por Edgar Badía, igual que el fútbol de Pablo Barrios, un chico sin miedo, con cualidades indudables para jugar en este Atlético, que cerró la victoria con el 2-0 de Morata, que se mantuvo imbatido por una gran parada final de Jan Oblak y que necesita mucho más para sostener su lugar en el podio de la clasificación.