'Choco' Lozano, el niño que jugaba descalzo para no estropear las botas
Anthony Choco Lozano sólo tiene 26 años, pero a sus espaldas lleva muchas experiencias acumuladas. Desde que saliera de Honduras rumbo a España cuando sólo era un niño ha pasado por vivencias buenas y malas, pero a eso hay que unirle una infancia en la que las circunstancias no siempre fueron ideales. Llegó a jugar descalzo para no estropear las botas que con tanto trabajo le había comprado su madre. Todo forma parte de un pasado que ha terminado curtiendo al jugador del Cádiz CF.
Antes que nada hay que aclarar que lo de Choco no tiene nada que ver con el mundo de los cefalópodos. En Honduras se usa esta palabra en relación a los defectos en la vista para alguien que no ve bien. Si en un partido alguien grita ¡no seas choco! se refieren a su torpeza en la visión. Empezaron a llamarle Choco a su hermano Luis y heredó el apodo con el paso de los años.
Anthony cuidaba como oro en paño las primeras botas de fútbol que le regaló su madre
El 'Choco' Lozano es el cuarto de cinco hermanos, desde pequeño se entregó a la pasión del fútbol y eran muchas las horas que pasaba en una cancha de la ciudad hondureña de San Pedro Sula. Tuvo claro que quería dedicarse a ser futbolista y le decía a su madre, Eugenia, que iba al colegio pero realmente se quedaba jugando en la calle. Ella era enfermera y el futbolista sabe que le debe mucho a los sacrificios de su madre para que hoy en día pueda dedicarse al fútbol. Su padre, Rubén, pasaba muchas horas fuera de casa por cuestiones laborales.
La situación económica en casa de los Lozano no era boyante y Anthony cuidaba como oro en paño las primeras botas de fútbol que le regaló su madre. Tanto es así, que muchas veces prefería no ponérselas para no estropearlas y jugaba descalzo.
Un atleta de Dios
Su barrio, El Patrol, era muy humilde y el ahora jugador cadista fue capaz de huir de las malas compañías. Algunos de sus amigos no tuvieron tanta suerte y fueron presa de las bandas callejeras y del narcotráfico. Anthony tuvo claro que quería dedicarse al deporte y en su familia, empezando por doña Paca, su abuela, siempre le abrieron los ojos para que supiera cuál era el camino correcto.
La religión ha sido un gran apoyo para el futbolista, que en los momentos más complicados de su vida siempre se ha refugiado en la fe para seguir mejorando. Sus primeros pasos en el fútbol europeo pusieron a prueba su fortaleza porque después de que no fructificaran los contactos con el Tottenham, acabó recalando en el Valencia y de ahí lo cedieron al Alcoyano. Cualquier parecido con los sueños del hondureño eran pura coincidencia y terminó regresando a su país.
Ya después llegaría su irrupción en Tenerife y todo lo que vino después, pero siempre de la mano de ese Dios al que todo lo fía. "Le doy gracias a Dios por la personalidad que me dio y le doy gracias por el don que me ha dado". Y también le dio paciencia porque ha tenido que sufrir el racismo en sus carnes en más de una ocasión. "En España casi todos son racistas", llegó a decir.
Reconoce que le gustaría predicar la palabra de Dios y ya se ha unido a los Atletas de Cristo. Pero también hay sitio en su vida para la diversión y se reconoce aficionado del reguetón y de la bachata. En el cine se decanta por las comedias y huye de las de terror. En Cádiz tiene aseguradas muchas sonrisas en una temporada que ha empezado de miedo.