Álvaro Cervera es el hombre del momento para la mayoría de los cadistas. Simboliza el extraordinario e histórico inicio de campeonato de un equipo hecho a su imagen y semejanza. Y son muchos los que quieren profundizar en la figura de su entrenador, que sigue siendo un desconocido a pesar de ser tan querido por su legión de seguidores.
Para empezar, hay que contar que sangre gaditana corre por sus venas a través de su padre, por lo que parecía predestinado a acabar en Cádiz. Pero donde se enganchó al fútbol fue en Tenerife, donde vivió su infancia completa hasta que se marchó a Santander con 16 años. Fue una infancia de mucho deporte porque también practicaba judo en el Colegio La Salle, donde se formó.
El menor de tres hermanos empezó a jugar en alevines en el Palma. Ya se veía que era diferente, que jugaba por encima de la media. Bajito y muy rápido, hacía diabluras y fue quemando etapas en la etapa formativa. Después pasó al CD Alegría, de un barrio de pescadores del mismo nombre. Cervera vivía muy cerca, en la Junta de Obras del Puerto. En el Alegría coincidió con Manolo Sanchís, que después sería futbolista del Real Madrid. El padre de Sanchís entrenaba en el Tenerife y el pequeño Manolo jugaba en este equipo infantil, donde marcaba diferencias en los campos de tierra junto a Álvaro Cervera. Defendiendo ese escudo le hicieron su primera entrevista, cuando sólo tenía 13 años.
En aquellos tiempos no era fácil llegar a ser futbolista profesional en Canarias porque no había tantos medios como en la actualidad y todo se centraba en la UD Las Palmas y el Tenerife. El padre de Cervera, consciente de ello y de las facultades que tenía, con 16 años lo mandó con una tía suya a Santander. Allí la salida al mundo profesional era más sencilla y después de pasar por el Atlético Perines acabó en el Racing y llegó el despegue de una carrera conocida por todos los cadistas.
Sobre su estilo de juego está (casi) todo dicho y pocos calificativos quedan por utilizar para el temporadón que está haciendo el Cádiz de su mano, pero es interesante conocer detalles sobre la persona. Sabe que proyecta una imagen de seriedad que después, según los que conviven con él, no se ajusta a la realidad. Es muy cercano con sus amigos, muy bromista y sólo se aísla cuando se acerca un partido. Ahí ya no se puede contar con él para nada.
Mantiene la afición por practicar diferentes deportes y no es raro verlo jugando al golf en Puerto Real o al pádel. Y es consciente de la repercusión que tiene su cargo en toda la provincia y no pone problema alguno para atender a los seguidores cadistas cuando se lo encuentran por la calle. A pesar de ser distante con la gente que no conoce, después ofrece su rostro más amable.
Y, como es sabido, se ha convertido en un gran aficionado al Carnaval. Alguna vez ha reconocido que recuerda aquellos cassettes que le llegaban a su padre de sus agrupaciones favoritas y ahora él no oculta su predilección por el cuarteto del Morera, como tampoco lo hacía con la comparsa de Juan Carlos Aragón, con quien tenía un feeling especial. Como especial también lo definen algunos a él, pero El gafas ya es patrimonio del cadismo por los siglos de los siglos.